
Una calle del Barrio Niza, Bogotá, Colombia. (Fuente: http://www.wikimedia.org)
Alberto Auné
Las ciudades dejan atrás el sentido de comunidad para priorizar el anonimato.
La construcción de complejos de viviendas ha hecho la vida más anónima y menos solidaria con la pérdida de la identidad barrial, perdiéndose la cultura y la tradición originaria.
Contenido
•1. Historia y diversidad
•2. Una nueva realidad
•3. Cambia, todo cambia…
•4. Custodiar y transmitir la memoria
- Historia y diversidad
Cada ciudad tiene su propia historia y particularidad, constituida en gran parte por los barrios o sectores geográficos de la misma, yendo de lo particular a lo general.
Así ha ocurrido en muchos lugares, ya que las grandes urbes se fueron construyendo a partir de sectores, muchas veces diferenciados por su origen y su cultura.
Estos barrios tuvieron habitantes con una identidad especial, basada en su origen, ya que las sucesivas migraciones, a lo largo de la historia, fueron no sólo de personas sino también de historias y culturas, que se extendieron en el tiempo, inclusive encontrando seguidores entre los nativos de los lugares a los que llegaban los inmigrantes, interesados en conocer el origen y tradiciones de quienes llegaban desde lejanas tierras.
En París las personas de habla castellana, en especial latinoamericanos, se encuentran en el Quartier Latin, El origen de este barrio se remonta a la Edad Media, cuando, atraídos por las grandes universidades francesas, llegaban estudiantes de varios países de Europa, que se distinguían de quienes no lo eran por su conocimiento del latín, lengua en la cual estaban escritas muchas obras filosóficas y teológicas.
La tradición estudiantil, unida al ambiente cultural, han dado a esta zona del centro de París un carácter especial.
En el condado de Miami-Dad (Florida, Estados Unidos de América), los cubanos tienen su Pequeña Habana, barrio formado por quienes emigraron de Cuba a partir de 1960, después del triunfo de la revolución encabezada por Fidel Castro.
En Nueva York (Estados Unidos de América) hay cinco barrios que tienen cada uno una personalidad bien definida: Manhattan, Brooklyn, Staten Island, Queens y el Bronx.
También las colectividades se han agrupado en zonas geográficas de esa ciudad, como la china en Chinatown, la italiana y la irlandesa.
Otra ciudad en la que se formaron barrios según la distribución de colectividades de inmigrantes es Buenos Aires (República Argentina). Entre los más antiguos están La Boca, con inmigrantes italianos que habitaban en casas colectivas denominadas conventillos, y Villa Crespo, crisol de credos y razas, donde llegaron árabes y judíos.
Más al norte, a pocas cuadras hacia Palermo, hay colectividades árabe y armenia; en la zona de Plaza Miserere, también conocida como Once, se establecieron muchos judíos y luego coreanos.
En el barrio porteño de Belgrano está el llamado Barrio Chino. Los miembros de esta colectividad, que desarrollan gran actividad comercial, en especial en supermercados y casas de comida, tienen allí un importante centro de actividad donde guardan sus tradiciones, como la celebración del Año Nuevo Chino, que congrega muchos visitantes.
La Avenida de Mayo, en esa ciudad, fue centro de la inmigración española, con sus tradiciones y espectáculos. Durante la Guerra Civil Española republicanos y franquistas se encontraban respectivamente en dos bares, uno en la vereda de enfrente del otro en esa arteria; las pullas y desafíos eran comunes y a veces terminaban en un poco caballeresco e hidalgo lanzamiento de sillas.
Esta enumeración no implica una restricción sino que señala solamente la predominancia que encontramos, otorgando a cada barrio una identidad especial.
La diversidad de culturas enriquece a una sociedad, llevando a una mayor tolerancia y una positiva aceptación del otro para construir juntos un mundo mejor.
- Una nueva realidad
Sin embargo, esta identidad se está perdiendo.
La construcción de grandes conglomerados urbanos en poco espacio, denominados torres o consorcios, lleva a que mucha gente habite un barrio a cuya identidad original no responde, con lo que se van limitando las actividades de colectividades y la guarda de sus tradiciones.
Esta es una realidad innegable, a la que lleva la sociedad actual. Las grandes metrópolis agrupan millones de personas a las que en muchos casos poco o nada le importa del vecino que habita en un departamento aledaño o a pocos metros.
La cercanía lleva además a que haya matrimonios de los cuales uno de los cónyuges no es miembro de la colectividad originaria de un barrio, lo que con el tiempo va diluyendo la tradición.
- Cambia, todo cambia…
Si queremos verificar esto, recorramos los barrios de la ciudad en que vivimos y la realidad estará presente ante nosotros.
Además nos vamos sintiendo extraños en nuestro propio contexto social, pues la gente se va mudando, muere; los negocios van cambiando también y donde hubo un café, un restaurante o una cancha de bochas vemos con horror una sucursal de una multinacional de comida rápida.
Las demoliciones de edificios históricos están a la orden del día y con esos muros se va mucho de la historia local. No todas las ciudades han puesto en marcha una defensa de su patrimonio cultural edilicio y la piqueta, en aras de los negocios inmobiliarios, va sacrificando ladrillos que fueron testigos de hechos históricos importantes.
Una ciudad que tiene normas que resguardan su patrimonio histórico es Buenos Aires, en la República Argentina.
- Custodiar y transmitir la memoria
Cada barrio y ciudad deben conservar su identidad, en símbolos, relatos y tradiciones que trasciendan el tiempo, así como lo hacen minorías étnicas dentro de un país.
Esta responsabilidad está en manos de quienes amen la historia, respeten las tradiciones y quieran transmitirlas a las nuevas generaciones.
Este trabajo es también urgente, ya que por razones biológicas la presencia de inmigrantes, sus hijos y nietos, va siendo menor a medida que pasa el tiempo; agreguemos a esto que el interés por conservar las tradiciones a menudo disminuye con los años.
Las construcciones de grandes edificios y las demoliciones de antiguos seguirán. Sin embargo, las autoridades deben delimitar aquellos espacios que sean patrimonio histórico, calificarlos como tal e impedir su destrucción.
Quienes fueron los primeros habitantes de un barrio y le dieron su impronta merecen el recuerdo de la historia y el reconocimiento por parte de quienes llegaron después. La globalización tiene muchas cosas positivas, pero también el riesgo del olvido de la historia de quienes hicieron una cultura y la transmitieron fuera de su nación de origen. Alberto Auné
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