Alberto Auné
Si durante nuestra vida somos consecuentes con los principios que hemos mantenido sin rendirnos ante las dificultades no solamente nos beneficiaremos sino que también lo hará la sociedad.
Es importante para el ser humano poder encaminar su vida de acuerdo con la realidad, con la verdad, con el sentido individual o histórico capaz de dar a la existencia plenitud y dirección, premisa que vale para todos nosotros, pero tiene una fuerza especial para los jóvenes, quienes son tentados a cada momento, a través de los medios masivos de comunicación, por las innecesarias metas de una sociedad consumista. Así, no vislumbran un futuro positivo sino que sienten, y con justicia una cuota, de frustración.
La plataforma de vida se gesta en una doctrina, filosofía y educación en los valores. El ser humano necesita describir estos caminos para no caer, para no dejarse seducir por lo falso, para atisbar la luz de la verdad para edificar su vida según una tabla de valores que por ser universales, son irrenunciables.
Podría suponerse o argumentarse que estas expresiones son doctorales o propias de púlpitos religiosos, anticuadas o inútiles. Sin embargo, no es así. Son conceptos que permanecen a través del tiempo y los gobiernos. La política pasa y también lo hacen quienes disfrutan de un poder efímero.
Entre estos valores tenemos los que se encuadran bajo la denominación de «verdad» y tienen que ver con lo trascendente de la vida individual, de la vida. Se vinculan, por lo tanto, con los deberes que crea la Patria, con el respeto por los derechos nacionales de los otros países, con el mantenimiento de correctas relaciones con todos los países del mundo y sobre todo con nuestros hermanos, quienes a menudo pasan por momentos difíciles y son dejados de lado por quienes piensan en sí mismos antes que en los demás.
La Patria no es un concepto abstracto ni que lleva a una ideología mal definida como nacionalismo. Es el lugar en que hemos nacido y en el que nunca nos sentiremos extraños. Por ello, la política es un servicio a los demás, no un medio para obtener inaceptables privilegios.
Esta verdad también se refleja en la solidaridad. En el Evangelio Jesús dice que todo lo que hagamos a otro a El lo hacemos también. En este aspecto, la recompensa no solamente llega al final de nuestra vida sino durante ella, con el agradecimiento de quienes saben del esfuerzo para ayudarlos. Cuando se habla de valores estéticos, es menester pensar en la belleza, esa cualidad que expresa la perfección y sensibiliza el interior de los hombres, relacionada con todas las artes y expresiones creativas del ser humano. La belleza que revela la Naturaleza al hombre es un digno ejemplo de esto. Esta belleza está en todo lo que nos rodea, tanto en objetos como en cuerpos humanos de todas las edades, pero de nada vale si no refleja la belleza interior.
Al mencionar los valores éticos, entra en juego la conducta del hombre para consigo mismo, sus semejantes, las instituciones su país, en todos los momentos de la vida.
Por ello eI hombre debe ser ético siempre. En una cátedra, en una fábrica, en el hogar, el comercio, la calle; también ante sí mismo, cuando pasa revista a sus propios actos. De esta manera podrá caminar por la vida con la frente alta, sin temor de reproches por su conducta que rebajen su honorabilidad. Por supuesto que en este caso la política tiene un valor especial. No necesitamos mucha memoria para recordar casos en que la actitud de servicio a la comunidad ha sido dejada de lado para buscar el propio provecho.
Lo difícil del caso es saber cómo los mayores pueden hacer entender a los más jóvenes que una vida ética tiene una íntima relación con la felicidad y que el bienestar interno es el resultado de la construcción de una estructura interior que tiene como base la autenticidad. Esto es problemático, debido a que buena parte de la literatura, de las publicidades, de las noticias de acontecimientos en la vida de hombres importantes, se orienta hacia otras formas de vida las cuales desorientan y frustran. En este aspecto los medios de difusión juegan un rol especial, por los modelos a seguir que a veces crean y que no son precisamenbe ejemplos que puedan servir como modelo-
Por ejemplo, el joven que es obrero o estudiante y que no está orientado según los valores mencionaos se siente muy mal cada noche cuando se va a dormir después de haber visto en la televisión automóviles, casas, joyas a las que no tendrá acceso por años o quizás en toda su vida. Pero, así como ese tipo de publicidad -que se ha puesto solamente como ejemplo común- es inevitable, también debería ser inevitable una distinta concepción de la vida.
Las escuelas, los institutos culturales, las familias, deben tener en cuenta estas realidades. Hay que educar para la vida positiva, no para el desconcierto y la frustración. Estas realidades incluyen el respeto a las diferentes culturas. No todos los seres humanos somos iguales. Empero, en todas las culturas los valores de respeto y amor a la vida son similares. Cuidemos esta coincidencia pues en ella se basa la paz entre los seres humanos, sin importar su ubicación geográfica, creencia religiosa y política o color de piel.
Ser persona con principios, libre albedrío y una escala de valores a mantener durante toda la vida: allí está el desafío que debemos asumir cada día. Alberto Auné

Respetemos la diversidad de valores y culturas (fuente: http://www.wikimedia.org)
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