Tienen rostros distintos, los colores de su piel pueden ser los de cualquier hombre, mujer o niño de la Tierra; sin embargo, un lazo común los une: hay escapado de su patria rumbo al mar, con destino incierto, en una actitud desesperada, un último recurso en búsqueda de una vida mejor, de libertad, de esperanza.
Son los refugiados del mar, impedidos de entrar a países que alzan ante ellos una fuerza militar, ante la cual, impotentes, mueren de hambre, sed o enfermedades, ante fronteras, discursos legalistas y argumentos de funcionarios que ayer prometían abrir su territorio a quienes llegaran a él con ansias de progreso, y ahora lo cierran.
En julio de 2013 el papa Francisco dio un testimonio de amor a estos refugiados, visitando la isla de Lampedusa, donde llegan desde Africa muchos migrantes que intentan entrar a Italia, contabilizándose gran cantidad de muertes en esta situación.
Al respecto, el Papa alertó sobre la globalización de la indiferencia, concepto que se aplica a refugiados que sufren en muchos países del mundo.
2. Fronteras y corazones cerrados
Las armas están listas en tierra para disuadir a quien ose acercarse o darle su escarmiento. También puede ser de cualquier raza el soldado que las empuña; hablar el mejor inglés, el español más castizo o cualquier otro idioma; lo mismo da pues bastan las órdenes que recibe, a menudo por un aparato electrónico desde un cómodo escritorio .
3. Un drama universal
No huyen de un determinado sistema político; su rostro es el de los judíos del Exodus buscando llegar a la Tierra Prometida, y hoy el de los balseros de la Florida, de quienes llegan agonizantes a las costas españolas o italianas, entre otras, y el de quienes pasan situaciones dramáticas similares, de las cuales sólo conocemos algunas, las de mayor resonancia, entre tantas otras situaciones.
Las Naciones Unidas han tratado en varias ocasiones el caso de los refugiados del mar, y ese organismo dictó recomendaciones al respecto. También lo hicieron organizaciones no gubernamentales, pero la indiferencia globalizada no las tiene en cuenta.
La situación de los refugiados del mar excede a una nación, varias de ellas o cualquier sistema político. Es una obligación universal de los Estados buscar una salida a este problema y no mirar para otro lado escudándose tras inhumanas normas burocráticas.
4. Los Estados deben reaccionar
Un comienzo de solución a este problema requiere un acuerdo entre los organismos internacionales y naciones que tengan amplio territorio, buscando recursos de organismos o países más poderosos para proyectos de desarrollo, que a menudo se derrochan en proyectos que esconden propósitos de perpetuación en el poder por parte de los gobernantes, olvidando su obligación solidaria.
Es imprescindible un acuerdo entre los Estados que permita una solución al drama de los refugiados del mar, desposeídos que han apostado todo, incluso el riesgo de su vida, muchas veces en una actitud desesperada y que ya no pueden esperar.
Es necesaria con urgencia una decisión política qe permita, con acuerdos internacionales, la apertura de tierras transformadas en oportunidades para los parias que llegan de las aguas, cuyo número va en aumento en el siglo que comienza.
5. La tragedia de morir en el mar
Al comenzar el siglo XX, dos lujosos buques transatlánticos, el Titanic y el Lusitania, se hundieron llevándose miles de vidas de quienes podían pagar un pasaje. Que no se repita en el siglo XXI una tragedia similar, en la que las víctimas sean quienes en lugar de dinero pagaron su pasaje con el riesgo de sus vidas, huyendo de un infierno o buscando una mejor oportunidad.
6. Vidas arriesgadas por desesperación
No están solos en su intento; a principios del siglo XXI se les sumaron los refugiados del Túnel, que –a la inversa de los ejércitos aliados en el Día D- intentaron llegar a Inglaterra desde Francia por el Eurotunnel, sin importarles los riesgos de encontrarse con guardias ni trenes de alta velocidad.
7. Nuevos tiempos, nuevos destierros
El comienzo del siglo XXI muestra nuevos exilios. Las causas son múltiples, las soluciones están en manos de las naciones que quieran dar una opción a los parias del nuevo milenio; no pueden permanecer indifentes ante esta situación.
Si lo logran, aunque sea en parte, se habrá dado un importante paso hacia la paz y la comprensión mundiales. Alberto Auné
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