Alberto Auné
El amor debe impregnar la vida desde su nacimiento en la concepción; evitemos nuevos asesinatos que ninguna modernidad puede justificar.
Contenido
- 1. El fin de una vida
- 2. La historia
- 3. Un crimen injustificable
- 4. La muerte y su avance cultural
- 5. Ejerzamos nuestro libre albedrío
1. El fin de una vida
El 31 de marzo de 2005 falleció, después de quince años de permanencia en estado vegetativo y 14 días sin alimentación por medio de sondas, muere Theresa Marie Schiavo, más conocida como Terry Schiavo, en medio de un fuerte debate sobre eutanasia y derechos civiles, ya que la desconexión de las sondas se había producido por orden judicial.
2. La historia
El 25 de febrero de 1990 Terry sufrió gravísimos daños cerebrales a causa de un ataque cardíaco, que la dejaron en estado vegetal; desde entonces hasta la orden judicial que dictaminó su muerte vivió conectada a una máquina que la alimentaba por vía intravenosa.
El daño cerebral que sufría era irreversible y la desconexión de la sonda fue solicitada por su esposo, Michael Schiavo, con el argumento de que ella no deseaba vivir alimentada por la sonda.
Esta postura era contraria a la de los padres de Terri, Bob y Mary Schindler, quienes defendían la vida de su hija.
3. Un crimen injustificable
Así el mundo asistió, impotente, al triste espectáculo del fin de una vida, sin que haya habido hasta hoy castigo en la Tierra para quienes aprobaron este asesinato.
La presentación judicial del marido de Terri, quien legalmente poseía su custodia, se efectuaron bajo una ley dictada con urgencia por el Congreso norteamericano.
Inclusive el gobernador del Estado de Florida, Jeb Bush –hermano del entonces presidente George W.-, bajo cuya jurisdicción estaba el hospital donde se encontraba Terry, afirmó que no podía hacer nada para que se reconecte la sonda gástrica, ya que hay una orden judicial que prevalece sobre las normas locales.
Así se llegó a un desenlace en el que prevaleció la cultura de la muerte sobre la cultura de la vida.
4. La muerte y su avance cultural
La Justicia, la política, parecen en este caso haber cedido terreno, en un retroceso inimaginable para la Ley Natural, a la destrucción del ser humano.
Por la Ley Natural el ser humano siempre elige, entre la vida y la muerte, la primera opción.
Esto ocurre desde el momento mismo de la concepción. Cuando el embrión se forma en el seno de la madre, y ella elige la vida, sabe que el nuevo ser ya está vivo dentro de ella y esta vida ha comenzado a manifestarse.
Si la elección es por la interrupción del embarazo, un aborto, la cultura de la muerte ha ganado una batalla más.
En el caso de Terry Schiavo, no hay ninguna justificación, así como en casos similares, para hacer cesar la vida, don sagrado de Dios; aunque no tengamos creencias religiosas debemos respetar a quien vive y expresa de manera categórica su voluntad de seguir haciéndolo.
En este caso, también, cuenta el frío cálculo de las empresas de medicina, que saben que un paciente tiene una expectativa limitada de vida y ven que no recuperarán lo invertido. Un frío cálculo que deshonra al género humano y a la honorable profesión médica.
5. Ejerzamos nuestro libre albedrío
Durante toda nuestra vida elegimos. Quizás no nos damos cuenta, pero en cada acto en que optamos por lo mejor ante lo peor o neutro rendimos culto a la vida.
Por ello es un error circunscribir el aborto o la eutanasia a un punto de vista religioso, legal o político dentro de la esfera de la sociedad. El ser humano debe conservar su vida desde la concepción hasta la finalización de ella, y ningún juez humano ni gobernante tiene un poder superior a la Ley Natural.
Esta ley, según Santo Tomás de Aquino en la Summa Theologica, es «la participación de la criatura racional en la ley eterna»,
Optemos siempre por la vida; nunca nos arrepentiremos de ello, como sí lo haremos en caso de haber elegido la solución más fácil, que arrastra a inocentes a una muerte segura y dolorosa, como la de Terry Schiavo. Alberto Auné
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