En la historia del periodismo argentino no puede dejar de estar presente Gustavo Germán González, el mítico GGG del histórico diario Crítica, jefe de la sección Policiales.
Eran otros tiempos, otra Policía, otros delincuentes, otro periodismo… y otra escala de valores.
La anécdota más conocida de GGG data de 1925, cuando gracias a su labor se conoció la verdad del crimen del concejal radical Carlos Rey, quien decían había muerto en un asalto pero los investigadores pensaban que había sido envenenado recibiendo luego un balazo para disimular, en un crimen pasional.
Disfrazado de plomero, entró a la morgue una mañana y pudo conocer el verdadero resultado de la autopsia que allí se realizaba. En la edición vespertina Crítica publicó un titular que hizo historia: «No hay cianuro». Hasta un tango con ese nombre prestigia un disco del maestro Osvaldo Fresedo, junto a piezas del nivel de La Cumparsita, Leguisamo Solo y Chorra.
También denunció las «subastas de carne humana», según las definió, a la venta de mujeres traídas de Europa con falsas promesas de matrimonio por una mafia polaca, para destinarlas a la prostitución, sin importarle las consecuencias.
No hubo tema, dentro del género policial, que GGG no analizara y en el cual no diera información clara y concreta, contando para ello con una cantidad de informantes que confiaban en èl, tanto dentro de las fuerzas policiales como dentro de quienes delinquían. Los còdigos de entonces eran mucho más severos que los actuales, siendo cumplidos por todos los involucrados.
2. Otro momento, otras miradas
Era, como comentábamos, una época de otros códigos. En su libro El Hampa Porteña, GGG cuenta que una noche reunió en una cena al jefe de Policía y al punguista más buscado, con la presencia de funcionarios de la institución y colegas del «infractor», terminando la velada con un abrazo entre ambos, que después se separaron y pasadas unas horas acordadas la situación volvió a ser la del cumplimiento de los roles respectivos.
Eran tiempos en que el periodismo era un arte. No existía internet, no había telefonía celular… ese mundo que nos parece tan lejano era el que aquellos héroes de la profesión eligieron para dejarnos su testimonio y su enseñanza. La historia de Crítica está llena de esos ejemplos… Aquella redacción, en el edificio de Avenida de Mayo, contó entre sus miembros a Jorge Luis Borges, Roberto Arlt, Raúl González Tuñón, Conrado Nalé Roxlo y otros maestros de la Palabra, con mayúscula.
Nada era fácil, y mucho menos el periodismo. Lo sabían los lectores, ávidos no sólo de información sino del estilo en que ésta se transmitía, en la que no había textos ni frases fáciles; cada expresión era una obra de arte.
3. Tiempos modernos, periodismo fácil
Ahora todo es fácil. El teléfono celular para llamar a quien querramos en cualquier momento y desde cualquier lugar; los buscadores de internet para saber al instante vida y milagros de cualquier persona con perfil público, además de un acceso a información y bases de datos financieras, sociales y de todo tipo que hacen imposible esconderse del investigador.
El esfuerzo para investigar parece ser menor; sin embargo, la tecnología no debe privar al periodista de indagar donde corresponde: en las fuentes de la información.
Hoy los crímenes son mediáticos. Sin códigos, la prensa entra en lo más íntimo de víctima, sospechosos y victimarios y despedaza su intimidad. No hay remordimiento por esto, ya que a cada crimen seguirá otro y así sucesivamente, llevando a la sociedad al olvido de los hechos, reemplazados por nuevos hechos sangrientos.
4. Periodismo de ayer, oficio de maestros
Los tiempos del viejo periodismo han quedado atrás, y con ellos la conducta de quienes honraron esta profesión. Con medios rudimentarios, se las rebuscaban para conseguir una primicia que sólo era tal cuando estaba en papel y no en una pantalla de computadora en la que un oportuno cambio en la hora que vemos escrita da a cualquiera el mérito de llegar primero.
5. Reflexión final
Si GGG viviera, mostraría cómo la experiencia vence a la improvisación. Todo sería distinto en las redacciones, ya que si tuvo éxitos con las herramientas del periodismo de ayer éstos serían mayores con las herramientas tecnológicas de hoy.
Así, haría honor a la inicial de su nombre y apellido, pues en la simple comparación sería Gardel. Alberto Auné
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