Alberto Auné
Bajo pretexto de informar nos llegan imágenes de dolor y muerte que hieren el espíritu y la dignidad, pero eso no parece importar a los mercaderes de la primicia.
Contenido
1. Límites perdidos
La cobertura periodística, en especial por medio de imágenes en revistas y canales de TV, de problemas de salud, incluyendo internaciones en establecimientos médicos de gente famosa, como artistas o deportistas, muestra una vez más que el respeto a la dignidad del ser humano parece haberse alejado de los medios de difusión.
La lente de la cámara entrando con su zoom en una ambulancia para mostrar el cuerpo del enfermo, asistido por suero, excede la necesidad informativa para convertirse en un hecho repugnante y despreciable, que habla claramente del nivel humano de quienes ordenan y transmiten estas imágenes.
2. Una historia entre tantas
El 9 de septiembre de 1981 fallecía en Buenos Aires (Argentina) el político y dirigente de la Unión Cívica Radical Ricardo Balbín. Durante su agonía en un sanatorio fue fotografiado y la imagen apareció en un semanario de actualidad leído por mucha gente. Así este medio se propuso aumentar sus ventas a costa del sufrimiento ajeno.
3.. La dignidad quedó atrás
Otro caso en aumento en cuanto a la morbosidad y el mal gusto es el que se produce en algunos noticieros televisivos en los cuales se informa de muertes por accidentes en vehículos o trenes.
El respeto por quien ha fallecido se ha perdido y ya no aparecen a veces los cadáveres como antes, cubiertos respetuosamente por una bolsa de polietileno. Los ojos de quienes han muerto miran la pantalla en una última súplica sin sentido pidiendo pudor y comprensión por el dolor ajeno.
Claro que para que esto ocurra hace falta saber que habrá una recepción adecuada: se cumple el circuito emisor / mensaje / receptor, pues hay quienes esperan y consumen estas imágenes.
4. Una actitud responsable
Empero hay canales internacionales de noticias que informan sobre accidentes, muertes y atentados sin caer en estos extremos ofensivos, que alientan la morbosidad y el mal gusto.
No sólo las imágenes de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y del 11 de marzo de 2004 en la estación ferroviaria española de Atocha sino también las de atentados en Irak y accidentes con centenares de muertos son presentadas sin los excesos mencionados.
Lo mismo ocurre cuando la cobertura de hechos bélicos está a cargo de profesionales responsables: la imagen no tiene límites en su difusión y puede tanto agradar como lastimar o herir.
5. Reflexionar antes de comunicar
Los medios de difusión tienen un gran poder pero también una gran responsabilidad.
La noticia no será mejor por incluir imágenes que lastiman la sensibilidad.
Informar es la obligación del periodismo y debe hacerlo lo mejor posible. Una imagen vale más que mil palabras y esto se aplica también para que la información no denigre al ser humano que la transmite ni al que la recibe. Alberto Auné
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