El poder: la alternativa entre dominar y servir

· política, sociedad
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Quien llega a un cargo directivo a cualquier nivel en una organización, entidad o gobierno, necesita comprender que lo hace para servir a sus semejantes; en caso contrario, su fracaso será directamente proporcional a la soberbia demostrada.

 

Mostrarnos como somos

Hay momentos en los que llega la hora de la verdad; uno de ellos es el acceder a un cargo que implique poder, por mínimo que sea, sobre una o más personas que deben recibir y aceptar las órdenes que impartamos.
La naturaleza humana se muestra sin fisuras en situaciones como ésta; bien lo sabía el poeta español Joan Brossa (1919-1998), quien acertadamente expresara: “Si quieres conocer a un hombre, dale poder”.
Hay mucho para considerar en este tema, pero algunas pautas pueden darnos ideas para comenzar a pensar y sacar nuestras propias conclusiones.

 

Vías de acceso al poder

Es importante conocer la forma en que alguien ha accedido al poder. Quien lo ha logrado de forma conflictiva o violenta sufre por ello un desgaste que compromete seriamente el éxito de su gestión, ya que la lucha por el poder es una de las que más desgasta al ser humano.
A menudo es peor que una guerra convencional, ya que en ésta en algún momento hay tregua o armisticio y surge un vencedor. En cambio, en la contienda por el poder, quien lo ha obtenido quiere más y si logra subir un escalón en la dominación de los demás quiere todavía subir más arriba y así sucesivamente.
No importa cuántas cabezas pise, ni cuántos fieles seguidores que habían creído en la palabra del líder se sientan defraudados al no haber éste correspondido a sus esfuerzos.
Esta situación se da en forma repetida en nuestros tiempos, en especial en la política, a través de promesas incumplidas, a las que se suman desilusiones, enfrentamientos inútiles y desconocimiento por parte del vencedor en una elección de los esfuerzos de quienes lo ayudaron a llegar son moneda corriente.
Así, la lealtad y los valores verdaderos pasan a un plano inferior. El poder transforma de manera negativa a quien lo ejerce si no ha accedido a él de manera honesta y leal, degradándolo en su condición humana.

 

Cumplir con quienes nos han permitido llegar

Las mayores decepciones, entonces, se presentan en quienes con esperanza han trabajado con esfuerzo por una causa que consideraban justa para encontrar finalmente que quedaron relegados.
Este es uno de los mayores defectos de la democracia actual en algunos países, que lleva a que quienes queden decepcionados por no haberse reconocido debidamente su labor en pos de una causa piensen en que es mejor un sistema de gobierno autoritario que castigue estas actitudes o que no dé lugar a que se produzcan al no haber elecciones en las que el pueblo participe.
La responsabilidad de este cumplimiento con quienes han permitido llegar a un puesto de mando no sólo comprende a los políticos sino a personas de otros sectores, como empresario, deportivo o social. En algunos casos la fama atrae como un ingrediente más que, aunque a menudo de manera efímera, beneficia a quien manda.

 

Poder y política: una combinación que nos muestra tal cual somos

Entre los años 254 a 184 antes de la era cristiana vivió el comediógrafo latino Tito Marcio Plauto, quien nos legara una frase que no ha perdido vigencia: Homo homini lupus (El hombre es un lobo para el hombre).
Desde entonces, la historia le ha dado la razón. Basta ver cómo han surgido estructuras de poder basadas en artimañas, mentiras, traiciones y hasta muertes por el solo placer de alcanzar el poder. Un poder que, también muestra la historia, es efímero si no está basado en la honestidad y el respaldo social.
Así, muchas revoluciones y golpes de Estado, con inspiración en intrigas palaciegas, nacieron en personas cercanas a quien ejercía una autoridad legítima, con el condenable propósito de reemplazarla por otra que al carecer de esa legitimidad estaba destinada al fracaso o a mantenerse como tal por medio de la represión.
Si observamos la situación actual del mundo podremos verificar lo aquí sostenido: algunas naciones tienen el privilegio de ser gobernadas por quienes están al servicio de sus semejantes; otras, en cambio, han tenido la dolorosa experiencia de verificar que el ser humano, a veces, privilegia el interés personal y la ambición sobre una escala de valores positiva.

 

Construyamos una política honesta

La repetición de estas actitudes desgasta no sólo a quienes las practican sino al observador; empero, es necesario cambiar esta situación y lograr que la sociedad, en especial la juventud, vuelva a creer en la política como posibilidad de cambio para mejor en un país.
El cambio respecto a la política no se hace sino desde adentro. De nada vale despotricar y señalar que todo está mal sin una actitud de transformación.
No sólo podemos participar con una afiliación y militancia en un partido político; en muchos países el Congreso permite la recepción de propuestas de ley por parte de los ciudadanos, posibilidad concreta de presentar mociones de cambio.
Busquemos una forma de hacer algo para cambiar la historia, dentro de nuestras posibilidades. Ser solidarios unos con otros, mostrar que la honestidad y la lealtad son valores perdurables y valederos, llevará a una transformación que si bien no se producirá de hoy para mañana sabemos llegará algún día.
Una vez que hayamos dado el primer paso lo demás vendrá con mayor facilidad y será positivo para todos.
Cambiemos esta situación, exigiendo a quienes ejercen cargos electivos el cumplimiento de sus promesas. El voto es la herramienta para premiar y castigar a nuestros representantes.
Lo dicho vale tanto para la política entendida como instrumento de la democracia para elegir autoridades en un país como en otras instancias en que el voto decide: clubes deportivos, entidades sin fines de lucro, empresas (aplicable al directorio) y todo lugar en que una elección pueda producir cambios.
Si obramos responsablemente la realidad negativa puede cambiar y quienes ejercen el poder comprenderán que no es un instrumento de dominación del otro sino una posibilidad de tener el privilegio de servir a sus semejantes, logrando una vida mejor para sí mismo y todos ellos. Alberto Auné

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