Aproximación al barroco literario en la América latina colonial

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Estatua de Sor Juana Inés de la Cruz en Madrid, España. (Fuente: http://www.wikimedia.org)

Alberto Auné

Si bien América no tenía una gran población al llegar los españoles, a lo que se suman los problemas que debían enfrentar los recién llegados, hubo una inquietud literaria que se plasmó en importantes obras.

A esto se suma la coincidencia con la etapa del movimiento barroco, en el siglo XVII, que los españoles denominaron “Siglo de Oro” y los franceses “Grand Siècle”.

Este movimiento cultural, que se refiere a todas las manifestaciones del arte, se ubica históricamente entre el Renacimiento, en la segunda mitad del siglo XVI, y el Siglo de la Ilustración, con los albores del XVIII.

Empero, en América latina prosiguió manteniendo su fuerza durante este último siglo mencionado, con una prolongación mayor que la mantenida en Europa.

Un factor que puede haber tenido influencia en esta expansión temporal es que en Europa los autores tenían un mayor acercamiento a movimientos culturales, con una mayor cercanía geográfica entre los países, a lo que se sumaba, con las limitaciones de la época, la mayor rapidez en las comunicaciones.

Así, el pluralismo cultural era una realidad en Europa, mientras en América se habían encontrado dos mundos: el europeo, especialmente español, y el del continente, los que tardarían todavía tiempo en conocerse y descubrirse mutuamente.

La mayor intensidad de este movimiento en España se debe a la fuerza de la Iglesia Católica y su brazo ideológico de entonces, la Inquisición.

El arte, y en especial la literatura, tiene un vocabulario recargado, viendo el mundo con una obsesión por la brevedad de la vida, no siempre con una mirada positiva.

Entre sus temas están la muerte, el desgarro en el amor y la apariencia no verídica de las cosas, estimando que la vida es una representación teatral, en la que Dios es el autor, y los seres humanos, los actores, sintiendo éstos soledad.

En el siglo XVII el ser humano menosprecia lo terrenal con ascetismo, y se resigna ante lo negativo, con estoicismo.

En la literatura se marcan contrastes según la visión subjetiva del autor, dejando de lado la realidad imparcial para presentar el punto de vista de quien escribe.

Además, el estilo literario del siglo XVII es complicado en forma y contenido, no resultando fácil su comprensión, y esta dificultad se considera positiva, ya que el autor muestra su capacidad intelectual no escribiendo para todos, sino para los iniciados que tienen mayor información.

Esto se refleja, por ejemplo, en los poemas épicos, donde es necesario conocer los personajes y la situación histórica, a lo que se une el lenguaje con formas que no todos comprenden.

También el barroco muestra, en su literatura, temas morales y religiosos, contraponiendo lo pasajero de la vida a la eternidad a la que se llega con la muerte, a lo que se suman temas filosóficos, como los referidos a la naturaleza humana.

Dentro de esta corriente se destaca el culteranismo, que privilegia la forma sobre el contenido, escribiendo de forma complicada, con la finalidad, como se señalara, de que la comprensión del texto sea para quienes tienen los elementos para interpretarlo. La forma de hablar no es la usual y coloquial sino más literaria y rebuscada.

Hay metáforas, y en los poemas, como los épicos, se busca un efecto similar al creado por la mitología clásica.

La literatura era propia de la actividad de palacio, con lo que especializarse en ella permitía subir en la sociedad y acceder a niveles sociales a los que de otra forma era imposible llegar.

La educación y vida basadas en los valores cristianos eran cosiderados hechos positivos, ya que el barroco era un estilo en el cual escribían miembros del clero, buscando presentar una explicación a los sufrimientos del ser humano, presentándolos como un paso previo a la recompensa que llegaría después de la muerte.

Como ejemplo de este estilo está el auto sacramental, que tuvo origen en la Edad Media y gran influencia en la época del barroco.

También el barroco tiene en su estilo una forma abierta, con mayor profundidad y movimiento frente a lo que era la armonía con un mayor equilibrio del Renacimiento.

Así, en la poesía, las descripciones y el texto muestran una mayor variedad en la fuerza de expresión.

Al dinamismo se suma una fuerte proporción de figuras retóricas y figuras de estilo como la hipérbole, el hipérbaton, el asíndeton y el oximorón, entre otros.

En España algunos autores de estilo barroco son Luis de Góngora (1561-1627), el jesuita Baltasar Gracián (1601-1658) y Francisco de Quevedo (1580-1645).

El crítico de arte suizo Heinrich Wölfflin (1864-1945) tenía una teoría relativa al barroco en el arte, la cual fue retomada por su contemporáneo Oskar Walzel (1864-1944), en un estudio sobre el gran autor británico William Shakespeare (1564-1616) para ser aplicada a la literatura. Wölfflin decía:

“El arte representativo del barroco va decididamente en contra de la afirmación de un eje central. Desaparecen las simetrías o se disimula con toda clase de desplazamientos del equilibrio”.

Desde Walzel hay una opinión relativa a esta variedad de énfasis en los actos y las agrupaciones asimétricas, sosteniendo que constituyen un estilo que abarca también las letras.

Algunos autores fueron muy importantes en esta tendencia en América y se presentan aquí algunos, en una aproximación al estilo y formas que tanto influyeron en la cultura de la época.

En el Nuevo Continente hubo antes del barroco una tendencia a las grandes crónicas histórico-épicas, entre cuyos autores podemos citar al Inca Garcilaso de la Vega (1539-1616), con sus Comentarios Reales, y Alonso de Ercilla (1533-1594), autor de La Araucana.

El Inca Garcilaso de la Vega

La primera parte de los Comentarios reales fue publicada en 1609, en Lisboa. Escritos a partir de los recuerdos del Inca Garcilaso y de sus vivencias en el Cuzco, el libro pretende preservar la memoria histórica de las tradiciones de la civilización andina en el territorio del Perú.

En esta majestuosa obra se presenta la historia de la dinastía incásica, describiendo la vida de los reyes, sus creencias religiosas, leyes, formas de gobierno y demás datos históricos.

Así conocemos la evolución de esta cultura desde sus inicios en Cuzco, llegando al imperio llamado Tawantinsuyu.

Esta obra busca mostrar la civilización del antiguo Perú, ya que los indígenas fueron criticados en otras crónicas.

El autor había recibido una educación humanista, que lo llevó a ver en la sociedad a que se refiere muchos aspectos que otros autores no tuvieron en cuenta.

Al estar en Europa, un viaje largo y difícil en aquellos tiempos, tuvo una visión más completa de su patria lejana, recordando los edificios y templos, así como a los habitantes de aquel territorio, a quienes los llamados conquistadores habían despojado de sus riquezas, en especial el oro y la plata.

Su estilo es claro, describiendo las tradiciones y actividades locales y los caracteres de indígenas y españoles con detalles que muestran su capacidad de observación, más valiosos a la distancia.

Al comparar sus escritos con los de otros autores de la época, como Fernando de Montesinos y demás cronistas, es posible acercarnos a la cultura incaica y comprender a esa civilización.

 

Alonso de Ercilla y Zuñiga

Este autor presentó La Araucana, un poema épico sin protagonista, considerado una de las obras más importantes en la literatura del actual Chile, en 1574, en Madrid.

Empero, el escritor, crítico literario y diplomático Fernando Alegría (1918-2005), considera que el personaje central no es un individuo sino dos pueblos, el español y el mapuche, durante la Guerra de Arauco.

El nombre de la obra se refiere a una doncella de La Imperial, ciudad en la que Juan de Pineda y Alonso de Ercilla recibieron, después de una disputa, el dictamen del gobernador García Hurtado de Mendoza, estableciendo la ejecución de ambos al amanecer. Pero intercedió una joven, obteniendo el indulto, y como agradecimiento el poema épico lleva este título.

La obra está dividida en tres partes, con episodios de amor protagonizados por mapuches.

Las tres partes fueron publicadas en Madrid en 1574, 1578 y 1589, respectivamente, pero escritas en Chile.

La Primera Parte narra sucesos anteriores a la llegada de Ercilla a Chile, a partir de una reconstrucción hecha por charlas con antiguos soldados.

Las otras dos partes siguientes fueron escritas durante las campañas de Arauco, por lo que la otra tiene un profundo valor histórico, habiendo sido fuente de inspiración para otros autores, como Pedro de Oña, quien escribió Arauco Domado.

De ahí el valor histórico que ha sido atribuido a su obra y el que haya sido tomada como ejemplo por los cronistas posteriores, entre ellos Pedro de Oña (1570-1643). Este escritor publicó en 1596 Arauco Domado, poema épico que narra la lucha del pueblo mapuche, llamado arauco por los conquistadores, contra los españoles.

Además, el historiador Diego Barros Arana (1830-1907), mucho tiempo después y habiendo considerado muchas obras escritas hasta ese momento, sostiene que La Araucana es la primera historia de Chile.

 

Sor Juana Inés de la Cruz

Un nombre que no se puede dejar de lado al hablar del barroco en la literatura de América latina es el de la mexicana Juana de Asbaje, a quien conocemos por el nombre que usaba como religiosa: sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).

Esta autora, además de su formación religiosa, había recibido una excelente educación musical –escribió un Tratado de Armonía, luego perdido- que explica su lírica y su ritmo melódico.

En su vida rechazó continuamente el llamado del mundo y el amor, pero sobre este tema trata gran parte de su obra, compuesta de teatro, poesía y otras formas literarias, defendiendo siempre a la mujer, con lo que fue una adelantada en su tiempo.

Al respecto basta recordar su famosa redondilla Hombres necios que acusáis:

Hombres necios que acusáis

a la mujer sin razón,

sin ver que sois la ocasión

de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual

solicitáis su desdén,

¿por qué queréis que obren bien

si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia

y luego con gravedad

decís que fue liviandad

lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo

de vuestro parecer loco

al niño que pone el coco

y luego le tiene miedo.

Queréis con presunción necia

hallar a la que buscáis,

para pretendida, Tais,

y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro

que el que, falto de consejo,

él mismo empaña el espejo

y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén

tenéis condición igual,

quejándoos, si os tratan mal,

burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana,

pues la que más se recata,

si no os admite, es ingrata,

y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis

que con desigual nivel

a una culpáis por cruel

y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada

la que vuestro amor pretende,

si la que es ingrata ofende

y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y pena

que vuestro gusto refiere,

bien haya la que no os quiere

y queja enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas

a sus libertades alas

y después de hacerlas malas

las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido

en una pasión errada:

la que cae de rogada

o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,

aunque cualquiera mal haga:

la que peca por la paga

o el que paga por pecar?

¿Pues para qué os espantáis

de la culpa que tenéis?

Queredlas cual las hacéis

o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar

y después con más razón

acusaréis la afición

de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo

que lidia vuestra arrogancia,

pues en promesa e instancia

juntáis diablo, carne y mundo.

Esta escritora fue la mayor figura de las letras hispanoamericanas del siglo XVII, mostrando en su obra la influencia del barroco español.

Se enfrentó, aun siendo monja, a los convencionalismos de su tiempo, ya que entonces no era bien visto que una mujer tuviera actividad intelectual, publicara escritos y tuviera autonomía en su pensamiento.

Sor Juana no solamente escribía sino que tuvo una gran actividad cultural, tratando a personalidades de la cultura, como Carlos de Sigüenza y Góngora, el virrey Tomás Antonio de la Cerda, marqués de la Laguna, su esposa, Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes.

Su obra fue más allá de la poesía, abarcando obras musicales, teatro, estudios musicales y ensayos sobre temas filosóficos.

 

 

Bernardo de Balbuena

Este religioso y poeta nació en Valdepeñas, España, en 1568 y falleció en San Juan de Puerto Rico en 1627.

Ingresó muy joven en un seminario, siendo ordenado sacerdote y luego fue designado obispo de San Juan de Puerto Rico.

Fue autor de poemas épicos, y pastoriles. Entre los primeros dos de los más importantes es Bernardo o la victoria de Roncesvalles, publicado en 1624, obra que tiene como figura principal a Bernardo del Carpio, y Grandeza mexicana, poema que elogia a España, recordando que en ese imperio donde nunca se pone el sol y la Corona llegó con su modo de vida a un territorio salvaje e inferior.

Bernardo o la victoria de Roncesvalles vio la luz en Madrid y según el autor corresponde a «los primeros trabajos de mi juventud, fábrica y compostura del calor y brío de aquella edad, que tiene por gala semejantes acometimientos y partos de imaginación», habiendo sido escrito durante diez años.

Esta obra está dividida en veinticuatro cantos, con un total de cinco mil octavas o cuarenta mil versos.

Tiene elementos de libros de caballería y de mitología clásica, habiendo en el final de cada canto una alegoría.

El escritor y político español Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) escribió sobre Balbuena:

«Su poesía… tan nueva en castellano… tan opulenta de color, tan profusa de ornamentos, tan amena y fácil, tan blanda y regalada al oído cuando el autor quiere, tan osada y robusta a veces y acompañada siempre de un no sé qué original y exótico, que con su singularidad le presta realce, y que en las imitaciones mismas que hace de los antiguos se discierne”.

La grandeza mexicana, de tono renacentista, es una gran obra, pero se considera como su mayor escrito la obra El Bernardo.

Es una variación en estilo barroco del poema épico Orlando Furioso, escrito en 1516, del poeta italiano Ludovico Ariosto (1474-1533), aunque, en este caso, el héroe español se opone simbólicamente al mito rolandiano.

Pedro de Oña

También la epopeya aparece finalizando el siglo XVI con otro escritor, quien fuera teólogo, poeta y funcionario de la Corona, Pedro de Oña (1570-1643), influido por el estilo de Alonso de Ercilla.

El ensayista argentino Enrique Anderson Imbert (1910-2000), sostuvo respecto a este autor:

“Se evadió de la crónica veraz porque ése era el impulso de la imaginación barroca: mitología, tesoros de nombres exóticos, idilios librescos, gestos aristocráticos”.

Juan del Valle Caviedes

Este autor, nacido en Porcuna, España, a mitad del siglo XVII, falleció en 1697 ó 1698 en Lima, habiendo llegado a América muy joven.

Su obra muestra una fuerte influencia de Quevedo y de la poesía satírica barroca española en general.

Entre sus trabajos hay dos obras, de 1689, con el título común Diente del Parnaso, constituyendo una sátira contra los médicos.

Caviedes muestra aquí su estilo de mordacidad y burla, con una buena cuota de humor negro, caricaturas del ambiente virreinal y poesías, también satíricas, sobre temas de la época.

Sus escritos reflejan una profunda aversión a los médicos, pasando en algunos casos los límites del buen gusto.

Diente del Parnaso quedó en la memoria colectiva como una obra que muchos recordaron con sonrisas.

 

Luis de Tejeda

Luis José de Tejeda y Guzmán (Córdoba, Argentina, 25 de agosto de 1604 – 1680) es considerado el primer poeta argentino.

Sus costumbres galantes atrajeron a una joven cordobesa a la que nombra Anarda, quien inspiró muchos de sus escritos.

El padre del escritor tenía costumbres muy puritanas, por lo que, escandalizado por ese romance, impulsó que se  casara con Francisca de Vera y Aragón.

Pero el poeta no sentó cabeza y siguió con sus costumbres liberales. Entró en la carrera militar, protagonizando una defensa de Buenos Aires frente a un ataque holandés y lucha contra los indios en lo que hoy es el interior de la Argentina.

A los 57 años dejó todo e ingresó en la Orden de Predicadores (dominicos), habiendo enviudado y alejándose de sus cinco hijos.

En el convento escribió su poema El peregrino en Babilonia, dividido en tres partes, en el que cuenta sus aventuras y expresa arrepentimiento.

De las tres partes se conocen dos.

La primera parte habla sobre los amores del autor, quien es el peregrino, en Babilonia, que en realidad es Córdoba.

En la segunda parte el autor expresa arrepentimiento y disposición a la penitencia, incluyendo poesías religiosas, como Canción sáfica a Santa Teresa de Jesús, Soliloquios del Niño Jesús, Redondillas a la jura del misterio de la concepción de Nuestra Señora y el conocido soneto A Santa Rosa de Lima, etc.), que lo muestran como un seguidor del estilo del español Luis de Góngora y Agote, considerado el máximo exponente del culteranismo o gongorismo.

Este estilo se muestra en la obra, de la cual seleccionamos algunas estrofas:

El peregrino en Babilonia

La ciudad de Babilonia,

aquella confusa Patria,

encanto de mis sentidos,

laberinto de mi alma;

Aquella que fue mi cuna

al tiempo que el sol pisaba

la cola del escorpión

y él le miraba con rabia:

Mientras canto y mientras lloro

y entre memorias pasadas

refiero agravios presentes,

me escuche desde su alcázar.

Para cantarlas me siento

sobre la arenosa falda

de este humilde y pobre rio

que murmura a sus espaldas.

No para cantar como él

que entre dientes siempre habla

porque jamás desengaños

piden, verdades más claras.

Ya ésta será la postrera

vez que busque consonancias

mi voz al soplado viento

de aquesta mi antigua flauta.

La obra de Tejeda fue estudiada entre otros por el historiador y ensayista Ricardo Rojas (1882-1957), Enrique Martínez Paz (1882-1952), Antonio Serrano Redonnet, Jorge Furt (1902-1971) y Pedro J. Frías.

El primero de ellos sostiene:

“Su saber llegó a ser, como su ingenio, extraordinario. No solo la retórica, el latín, las artes y la teología le fueron familiares, sino también toda especie de de humanidades: el griego, el hebreo, la pintura, la arquitectura, la música, la medicina y hasta la astronomía. Leía según se dice, los Libros Santos en los textos griegos, latinos y hebreos y versificaba a diversos idiomas extranjeros con igual dominio que en el propio; fue, en fin, un verdadero humanista”.

Carlos de Sigüenza y Góngora

Este escritor y científico mexicano nació en 1645 y falleció en 1700.

Fue profesor de astronomía y de matemáticas en la Universidad de México. Ingresó en la Compañía de Jesús, dejando al poco tiempo esta orden religiosa.

Participó en expediciones científicas y colonizadoras y desarrolló una vasta labor investigadora, patente en el Manifiesto filosófico contra los cometas (1681) y en la Libra astronómica y filosófica (1690).

También cultivó la narrativa, con obras como Infortunios de Alonso Ramírez (1690) y poesía, con sus libros Primavera indiana (1668), Triunfo parténico (1683) y Oriental planeta evangélico, publicada el año de su muerte.

 

 

Juan Ruiz de Alarcón y Mendoza

Este autor dramático nació en México en 1580 y falleció en Madrid en 1639.

Es una de las figuras más destacadas del teatro español del Siglos de Oro.

Fue muy criticado en España. Lo satirizó Francisco de Quevedo, quien lo llamó, por su apariencia física, «hombre formado de paréntesis». Además Luis de Góngora lo acusó de plagio.

Entre sus agresores estuvieron también Tirso de Molina y Lope de Vega.

En 1628 publicó la primera parte de sus comedias, que fueron entonces Los favores del mundo, La industria y la suerte, Las paredes oyen, El semejante a sí mismo, La cueva de Salamanca, Mudarse por mejorarse, Todo es ventura y El desdichado es fingir. A ellas que se sumaron en 1634 otras doce en una segunda parte: Los empeños de un engaño, El dueño de las estrellas, La amistad castigada, La manganilla del Melilla, Ganar amigos, La verdad sospechosa, El Anticristo, El tejedor de Segovia, Los pechos privilegiados, La prueba de las promesas, La crueldad por el honor y El examen de maridos.

También escribió Quien mal anda en mal acaba (no hay fecha), La culpa busca la pena y el agravio la venganza (1646) y No hay mal que por bien no venga (1653).

En sus comedias teatrales los personajes son los de la época en este género en España, como galanes que buscan aventuras, pretendientes cuidadosos en el honor y mujeres cuya mayor virtud no es la constancia.

También destaca la piedad y la amistad como valores.

Estos autores, entre otros, dieron brillo al barroco hispanoamericano, acaso más adornado y sin duda de mayor duración cronológica que el de España.

Así, la cultura de España llegó con este estilo literario a América, manteniendo durante mucho tiempo una corriente cultural que influyó en muchos autores, uniendo a España y América. Alberto Auné

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