Alberto Auné
Un artista argentino del siglo XX cuya obra trasciende el tiempo.
Emilio Pettoruti estuvo siempre a la vanguardia del arte pictórico; a veces incomprendido pero finalmente respetado, dejó trabajos que siempre tienen, a través de la fuerza de la imagen, un mensaje para quienes se acercan a ellos.
1. Una vida ofrendada al arte
La pintura abstracta actual es un tema sobre el que se debate desde hace décadas, habiéndose afirmado incluso que ya pertenece al pasado.
Esta escuela pictórica fue en el siglo XX un movimiento innovador al que adhirió, entre otros, el argentino Emilio Pettoruti, a quien algunos críticos ubican entre los artistas Prilidiano Pueyrredón y José Antonio Fernández Muro.
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Emilio Pettoruti en 1962
(Fuente: www.wikimedia.org)
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Pettoruti nació en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, República Argentina, el primer día de octubre de 1892.
Durante su infancia mostró una inclinación hacia el dibujo y la pintura, ingresando en la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Tuvo importantes maestros, entre ellos Emilio Coutaret (1892-1971) y Atilio Boveri (1885-1949).
Después de haber participado en una exposición de caricaturas donde fue admirado su talento recibió una beca para estudiar en Europa, donde viajó en 1913 para radicarse en la ciudad italiana de Florencia.
Allí se relaciona con el futurismo, acercándose a artistas de esta tendencia. En especial se siente atraído por el Manifiesto de este grupo, escrito por escrito por el poeta Italiano Filippo Tommaso Marinetti (1876-1944) en 1908, publicado el año siguiente en el diario francés Le Figaro.
La influencia de esta escuela de pensamiento fue importante para Pettoruti, quien presentó cuatro obras en la Primera Exposición Invernal de Toscana, en las que estaban presentes los conceptos futuristas.
Su etapa de adhesión a esta escuela culmina cuando se acerca al cubismo, tendencia que respondía a sus ideas sobre construcción y color.
En 1924, joven aún, efectúa una histórica exposición en la galería Witcomb, de la ciudad de Buenos Aires (República Argentina), presentando su obra de clara inspiración cubista pero con rasgos que la individualizaban. Esta exposición tuvo reacción dispar, contando el artista tanto con defensores como con detractores.
Empero, pasado el tiempo, su pintura, empero, pasado el tiempo es considerada demasiado esteticista para causar escándalos como los de entonces. El esteticismo era el movimiento artístico que consideraba al arte como existente al solo objeto de su propia belleza.
Estas escuelas llevaron a la ebullición artística en el Buenos Aires de entonces, ciudad que miraba a Europa y recibía su influencia no sólo en lo pìctórico sino también en lo literario.
Aquellas discusiones fueron cediendo, llevando a que en 1931 Pettoruti efectuara una exposición en Santiago del Estero, encontrando en la crítica de esa provincia y zonas cercanas los elogios que merecía.
Así, desde el interior llegó el merecido reconocimiento que le había negado la gran metrópoli, una jungla de cemento en la que los esquemas prefijados impedían, como anteojeras, atisbar el mensaje renovador que algunos artistas presentaban.
En 1953 dejó la Argentina para radicarse en París, volviendo desde entonces esporádicamente al país.
Siguen varias exposiciones que presentan su obra, entre ellas una en la galería Krayd en Buenos Aires, con algunas obras de la efectuada en Witcomb en 1924; otras en Milán, Roma, Lausana (1955) y en Washington.
Al cumplir sus 50 años con el arte el se efectúa una exposición para homenajearlo en el Museo Nacional de Bellas Artes, en Buenos Aires.
En 1964 y con el mismo objeto, reconocer su medio siglo con el arte, hay otra exposición en la galería Charpenter, de la capìtal francesa.
La Universidad Nacional de La Plata lo distingue en 1969 con el título de Doctor Honoris Causa.
Es uno de los participantes, en 1971, de la presencia argentina en la XI Bienal de Sao Paulo (Brasil), con la exposición de varias obras efectuadas entre los años 1914 y 1924.
Poco antes había decidido regresar a la Argentina, para reencontrarse con su familia y afectos. En 1967 había fallecido su esposa, María Rosa González, escritora chilena que participara en el grupo que formara la revista Ariel, propulsora de la vanguardia literaria de entonces.
En 1969 es distinguido con el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de La Plata. Poco después, anuncia su regreso definitivo a la Argentina. En 1971 participa del envío argentino a la XI Bienal de San Pablo (Brasil) con varias obras tempranas del periodo 1914-1924.
Emilio Pettoruti falleció el 16 de septiembre de 1971 en un hospital de París, a los 79 años de edad. A su pedido, fue cremado y sus cenizas esparcidas en el Río de la Plata, aquel del cual Jorge Luis Borges dijera que tiene «color de león», junto a Buenos Aires, la ciudad que tanto amara este gran pintor.
2. Merecidos reconocimientos
Entre gran cantidad de menciones bibliográficas de este gran artista, entre ellas la de Antología del Arte Abstracto, de Michel Seuphor (1901-1999), destacado crítico de arte francés.
Su trabajo buscó, y logró, honrar al arte conceptual, con bajo perfil y una dedicación ejemplar al trabajo artístico.
Algunos de los honores recibidos fueron el Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes en 1967, así como el reconocimiento internacional a través del Premio Guggenheim en 1956.
Este gran pintor también nos dejó un legado escrito: Un pintor ante el espejo, libro publicado en 1968 por Editorial Hachette, en el cual presenta un testimonio de su vida artística, que superó el medio siglo.
Fue un precursor del arte abstracto en la Argentina, de trascendencia internacional, que merece el recuerdo permanente de sus compatriotas y de todos quienes aman al arte. Alberto Auné
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