Lola Mora: gran escultora y mujer ejemplo de arte y vida

· Alberto Auné, arte
Autores

Alberto Auné

Una vida para conocer, un legado para cuidar y una trayectoria para respetar.

Esta gran artista fue no sólo la primera escultora de la República Argentina sino también una pionera en el desarrollo del arte, el urbanismo y el transporte en ese país.


 1. Una argentina en el Viejo Mundo
A fines del siglo XIX una escultora argentina, becada por el Gobierno de su país, trabajaba en los talleres de Roma para perfeccionarse. Muchos no la conocían, por lo que pasaba desapercibida, pero sería una de las mujeres más destacadas de su tiempo, llegando a ser la primera escultora argentina y pionera de la industria minera en ese país.
 Lola Mora: retrato tomado alrededor de 1903
Entre sus compañeros de estudio estaba un compatriota, Gonzalo Leguizamón Condal, quien realizara importantes obras escultóricas, como “Mujer con Manto” y “Rómulo y Remo”.
Esa beca le había permitido, en una primera opción, cursar estudios de pintura, otra de las pasiones de aquella mujer, Dolores Mora de la Vega, cuyo nombre artístico sería Lola Mora, quien había nacido el 17 de noviembre de 1866 en la localidad de Trancos, provincia de Tucumán, República Argentina.
Sus padres fueron Romualdo Alejandro Mora y Regina de la Vega, de nacionalidad argentina y boliviana respectivamente, quienes tuvieron un total de siete hijos: Paula, Romualdo, Regina, José, Dolores (la artista), Angélica y Alejandro.
Dolores cursó sus primeros estudios en la ciudad de Tucumán, en el Colegio del Huerto, donde se destacó en las clases de arte.
Llegó allí debido a que su padre era jefe político de la localidad de La Candelaria y temiendo que se subleve el destacamento de la Guardia Nacional allí acantonado decvidió el alejamiento de su familia para protegerla de eventuales hechos de violencia.
Así Regina de la Vega y sus siete hijos fueron trasladados a otra finca, propiedad de su esposo, lo que acercó a la familia a la capital provincial. Aquel fue un traslado providencial, ya que la educación recibida, en especial los conocimientos artísticos, forjaron en quien sería Lola Mora un carácter receptor de las artes visuales, que luego la llevaría a tomar importantes decisiones para desarrollarlas.
2. Una mujer pionera
En aquella época las mujeres tenían escasa participación en las actividades culturales, limitándose a la actividad hogareña; por ello es meritorio el desafío asumido por Lola Mora, animándose a presentar sus trabajos en público.
Cuando Lola Mora comenzó a ser conocida, el escritor y crítico de arte José León Pagano (1875-1964) dijo de ella:
 
“Fue agasajada en razón de la misma singularidad de su preferencia. Una mujer escultora, en tiempos de escasa, de muy escasa producción viril, justificaba sin duda la simpatía por ese vibrante manojo de nervios a quien visité en su taller de Roma”.
 
El taller al que hace mención Pagano fue centro de reunión de artistas e intelectuales no sólo italianos sino también franceses y alemanes; ninguno de ellos pensaba siguiera en la tragedia que en 1914 envolvería al Viejo Continente, enfrentando a naciones que al comenzar el siglo XX tenían proyectos comunes de crecimiento.
3. Merecidas distinciones y un fuerte amor a la Patria
Lola Mora ganó dos importantes concursos para construir dos monumentos a gobernantes: la Reina Victoria de Inglaterra y el Zar Alejandro I, en Melbourne (Australia) y San Petersburgo (Rusia) respectivamente. Empero, su patriotismo tuvo para ella, como debe ser un valor prioritario, ya que para levantar esas obras debía convertirse en ciudadana de esos países, lo que desechó, dando un ejemplo que hoy tiene tanta vigencia como entonces.
También durante su estadía en Roma cosechó muchos afectos, entre ellos el de la reina Margarita de Italia.
4. Escultura, una opción que dio sus frutos
Si bien sus primeros estudios en ese lugar fueron de pintura, supo que su destino artístico estaba ligado a la escultura, habiendo sido destacada alumna del artista de esta disciplina Guido Monteverde.
Escultura tallada por Lola Mora
En ese tiempo concibió el proyecto de la que sería su obra magna: la Fuente de las Nereidas, inaugurada en 1903, cuyo primer destino fue el Parque Colón, espacio verde contiguo a la Casa de Gobierno, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sin embargo, debido a la reacción negativa de sectores conservadores de la sociedad, fue trasladada a la Costanera Sur.
Esta obra representa el nacimiento de Venus, diosa a la que la mitología romana relacionaba con el amor, la belleza y la fertilidad y a la cual la mitología griega denomina Afrodita.
Otras de sus obras son los bajorrelieves para la Casa de la Independencia, en Tucumán, y los grupos escultóricos para el edificio del Congreso Nacional: La Paz, La Libertad, La Justicia y El Trabajo, que luego fueron trasladados a San Salvador de Jujuy y ubicados rodeando a la Casa de Gobierno jujeña.
También realizó el monumento a Juan Bautista Alberdi, quien era pariente suyo, en Tucumán.
Le fue encargado un proyecto de Monumento a la Bandera, que no llegó a completar, pero algunas de sus esculturas rodean la versión definitiva de ese monumento en la ciudad de Rosario.
También realizó la escultura El Trabajo, que fuera ubicada frente a la estación ferroviaria de la capital de Jujuy; la estatua de Facundo de Zuviría, en la ciudad de Salta y otras esculturas en las provincias de Tucumán, San Luis, San Juan, Córdoba y Mendoza, entre otras.
5. Una vida personal no exenta de conflictos
En 1909 se divorcia de su esposo, Luis Hernández Otero, a quien había conocido cuatro años atrás cuando trababa en la escultura de las cinco alegorías destinadas al nuevo edificio del Congreso de la Nación.
Durante su estadía en Europa ganó mucho dinero, pero al regresar a la Argentina intentó distintas empresas, incluyendo una del sector minero, pero fracasó en esos proyectos y cayó en una situación de pobreza de la que no pudo recuperarse.
6. Su participación en importantes proyectos
Entre sus trabajos, aparte de la escultura, están el haber sido contratista en el proyecto de tendido de rieles del Ferrocarril Trasandino del Norte, en la provincia de Salta, por los cuales transita actualmente un gran emprendimiento turístico: el Tren a las Nubes.
También tuvo actividad como urbanista, habiendo sido autora del Primer Proyecto de Subterráneo y Galería Subfluvial en la Argentina, previsto para la Ciudad de Buenos Aires.
7. Un ocaso en soledad
Esta gran artista pasó los últimos años de su vida en Salta.
Escultura tallada por Lola Mora
Allí transcurrió una suerte de exilio voluntario, ya que no sólo no había recibido el merecido reconocimiento que su vida y obra ameritaban, sino que debió soportar la malevolencia y la incomprensión de una sociedad que se resistía a aceptar su obra y su pensamiento progresistas.
En 1934 regresó a Buenos Aires, ya en la pobreza, recibiendo la ayuda y la protección de sus sobrinas.
El diputado Enrique Santillán presentó en el Congreso un proyecto de ley para que la artista reciba una pensión. En los fundamentos de la solicitud sostenía:
 
“Es un caso típico y doloroso de una artista que, llegada a la ancianidad, se encuentra completamente desamparada en la vida”.
 
Sin embargo, la artista no llegaría a disfrutar aquel beneficio, que al menos mitigaría la difícil situación en que transcurrieron los últimos años de su vida.
Algunos sectores sociales no podían perdonar el triunfo de una mujer en el arte, ya que una corriente conservadora de pensamiento, bastante ex tendida, sostenía que los quehaceres domésticos eran la actividad natural a la que debían dedicarse las integrantes del sexo femenino, dejando al hombre las labores profesionales y el estudio, en especial el universitario y artístico, que parecían desmerecerse si una mujer los emprendía.
Lola Nora falleció en la ciudad de Buenos Aires el 7 de junio de 1936. Sus restos descansan en su provincia natal.
8. El legado perdurable de una gran artista
Su obra, si bien tardíamente, está siendo reconocida por la sociedad y la cultura. Una prueba de ello es que en noviembre de 1997 el Congreso dispuso establecer el 17 de noviembre, día de su nacimiento, como Día del Escultor.
Su vida es un ejemplo a seguir por su voluntad ejemplar y su dedicación al arte.
Sirvió a su país con patriotismo, dando para la Argentina lo mejor de si. No la guió lo material como primer objetivo sino el amor al arte y a la cultura.
Vivió momentos difíciles, ya que la mayor parte de la sociedad no admitía que una mujer tuviera un papel tan descollante en su actividad; otras mujeres en distintas actividades sufrieron la misma discriminación en aquellos tiempos, como Alicia Moreau de Justo (1885-1986) en medicina y Cecilia Grierson (1859-1934) en enfermería.
Tengamos presente su ejemplo y admiremos su obra, perenne en el tiempo. Alberto Auné

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