El arte, transmisión de energía a través del tiempo y el espacio

· Alberto Auné, arte
Autores

Albetto Auné

Todos nosotros alguna vez nos hemos acercado a una a obra de arte, a través de cualquiera de nuestros sentidos.

Por ejemplo, esto ocurre con una pieza musical, un libro, una escultura, una pintura, un poema, hasta que de pronto algo nos llega y nos atrapa. Así, un dardo dirigido con certeza, como lo hace Cupido con sus flechas, llega a la profundidad de nuestro ser y comprendemos el sentido del arte, con una experiencia personal que nos impacta con fuerza.

Nos preguntamos entonces dónde está el misterio de esa fuerza que cruza el tiempo y la distancia, sin límite en años ni en kilómetros y rompe todas las barreras que podemos imaginar.

El ser humano hizo intentos para explicar esto, nos muestra la historia.

En algunos libros se denomina a este fenómeno con una palabra que viene del idioma griego, “sinfronismo”, que significa “vibrar con”.

Consideremos la palabra “vibrar” y veremos que todo a nuestro alrededor está formado por vibraciones pero no captamos todas las que se producen.

Todo a nuestro alrededor está compuesto por vibraciones, de las cuales solamente captamos algunas.

¿Puede el daltónico decir que el color rojo no existe, solamente porque él no puede verlo? ¿Podemos desmentir que nuestro cuerpo no recibe las ondas de radio y televisión pero sí lo hace un aparato receptor especial? Si usamos un silbato para perros, que no escuchamos, ¿qué hace que se acerque el mejor amigo del hombre? Vibraciones, solamente vibraciones.

Muchos autores escribieron sobre las proyecciones de la mente, en premoniciones y telepatía, con hechos que nadie pudo desmentir.

Nuestro espíritu es en esto similar a las octavas de las teclas de un piano. Así, los sentimientos, como amistad, odio y amor, producen vibraciones en una tecla.

Con mayor frecuencia en el espíritu vibran las teclas equivalentes a sonidos o notas más vulgares. Esta frecuencia baja al subir el nivel en las teclas relativas a sentimientos, valores éticos y espirituales.

De esta forma llegamos al gran milagro del arte, cuando un ser humano, en una dimensión del tiempo y el espacio distinta a la nuestra, pulsa una tecla y produce el contacto.

Llevados por la mano de un guía invisible, intuimos que aquel creador solitario fue (y quizás aquí está el origen de su soledad) un gigante.

El tiempo, la luz, los sentimientos de los seres humanos (las “auras” que fotografiaron los esposos Kirlian) y hasta el alma en el momento de la muerte emiten energía.

Por ello el arte es una fuente inagotable de energía. Si lo aceptamos reconoceremos la diferencia entre productos llamados artísticos que no lo son y pasan con rapidez al olvido a pesar de su promoción masiva y otros que traspasan las barreras del tiempo y el espacio y permanecen en el patrimonio del género humano para siempre.

A lo antedicho se suma la ayuda de la tecnología, que con imagen y sonido nos permite revivir experiencias en cine y otras artes audiovisuales compartiendo espectáculos que permanecen en el tiempo, como conciertos, obras teatrales y demás que perduran más allá de la vida de quienes los realizaron.  Alberto Auné

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