Alberto Auné
La ciudad milenaria atrae y divide al mismo tiempo.
Jerusalén es la ciudad amada de grandes religiones monoteístas. Su símbolo pesa en las conversaciones de paz en Medio Oriente tanto o más que el tema de las fronteras: debe haber comprensión mutua y avanzar hacia una paz duradera para que la armonía entre los hombres sea una realidad.
Contenido
1. El centro de la Fe
La situación en Medio Oriente pasa por momentos de distinta intensidad, en especial en la confrontación entre israelíes y palestinos. La crónica sobre enfrentamientos es cotidiana, a menudo con pérdida de vidas en su mayoría inocentes.
La discusión parece centrarse en la presencia o no de un Estado palestino, que ha sido reconocido de hecho por muchos países, en los cuales Palestina tiene su embajador debidamente acreditado.
Sin embargo, el tema de los límites geográficos entre la Autonomía Palestina e Israel parece a veces menor frente a la situación de Jerusalén.
Para las grandes religiones monoteístas, esa ciudad es el hogar espiritual de sus seguidores, estén donde estén. Allí miran árabes y judíos, con sus ojos puestos en un lugar pequeño geográficamente pero grande en símbolo y cultura. No en vano un anhelo expresado en una festividad judía es «El año que viene en Jerusalén», ni tampoco en vano los palestinos quieren Jerusalén sea la capital del Estado que anhelan.
Los cristianos también aman a Jerusalén, ciudad milenaria en la cual se han desarrollado importantes acontecimientos del Nuevo Testamento.
2. Política y religión
Años atrás hubo una fuerte polémica, al hablarse del traslado a Jerusalén de la embajada de Estados Unidos en Israel. Este hecho implicaría un reconocimiento de esa ciudad como capital del mencionado Estado, y no fue visto con buenos ojos por árabes y palestinos; tampoco por algunos sectores judíos, que consideran que ello restaría a Jerusalén su imagen de lugar religioso, y desean preservarla como tal, recordando inclusive textos bíblicos que le dan ese carácter.
Una autonomía palestina limitada en algunos barrios de Jerusalén fue una idea que según algunos medios se manejó en las conversaciones de paz. Sin embargo, esta limitación choca con el deseo del mundo árabe ante el control por parte de Israel en la Ciudad Sagrada.
Todas estas fórmulas corren el riesgo de transformarse en medidas politicas olvidando que esta ciudad es objeto de miradas y añoranzas por parte de fieles de estas religiones y también de otras con menos seguidores pero no por ello respetadas en menor medida.
3. Buscar una solución
El sueño sionista de Theodor Herzl y el de los árabes de una Tierra Prometida parecen confrontar sin salida, salvo que los hombres acuerden y logren un acuerdo que conduzca a la convivencia
Para ello, los sentimientos religiosos y politicos deberán encontrar una síntesis que por el momento parece difícil de lograr, pero que no estará lejana si la buena voluntad lleva a acuerdos de paz.
Los hombres deben dialogar, saberse hermanos como en realidad lo son y extirpar de este sagrado territorio todo lo que hace a odio, separación y guerra.
Ningún ser humano con buenas intenciones desea que corra una gota más de sangre por una ciudad bendecida por el Altísimo.
El diálogo será la llave que abrirá los corazones,. Idiomas distintos, creencias diferentes, pero siempre hermanos ante un Ser Supremo que ama a todos por igual.
Si se construyen acuerdos de paz, dejando atrás la guerra, cada parte deberá ceder algo. Pero cada concesión territorial, por mínima que sea, acercará más a los seres humanos.
Construyamos una Jerusalén ejemplo de paz y amor. Lo demás vendrá por añadidura. Alberto Auné

Jerusalén desde el Monte de los Olivos (fuente: www wikimedia.org)
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