Alberto Auné
Las pasturas naturales pueden ser mejoradas mediante técnicas de manejo que aseguren su uso racional y conservacionista, logrando expectativas positivas en resultados de este recurso natural forrajero que se extiende a través de varias zonas limítrofes de Argentina, Brasil y Paraguay.
Los productores ganaderos saben que el propio manejo de sus rodeos depende inevitablemente de adecuada alimentación y un correcto control sanitario.
En el primer caso se dispone de especies forrajeras nativas que compiten bien en sus relaciones nutritivas con aquellas plantas exóticas que son de más difícil adaptación al medio local.
El recurso forrajero nativo
Los recursos naturales forrajeros señalados están constituidos predominantemente por las consociaciones de diversas especies de gramíneas anuales y perennes, destacándose en ellas por la dominancia de su difusión y densidad del stand espontáneo, el conocido «pasto crespo» (Trichloris crinita], cuya evolución biológica se cumple en campos abiertas o con monte en recuperación («fachinal» o «capueral», como se llaman en la región).
Es un pasto indígena vivaz de hasta 60-70 cm. de altura media, provisto de cañas erguidas y terminadas en densas inflorescencias bien dispuestas, con espigas de apariencia encrespada (de allí el nombre común que se le asigna en la región).
Las espigas son unilaterales y sus raquis se continúan con la extremidad terminal de cada caña florífera; las flores, son hermafroditas y producen un grano basal generalmente fértil y que se dispersa fácilmente en el campo, contribuyendo así a la repoblación espontánea de la pastura.
Las plantas constituyen matas formadas por numerosas cañas erguidas que nacen de yemas basales, con un breve rizoma bien poblado de raíces adventicias. Las hojas, medianamente anchas, son pubescentes y tiernas en la mayor parte del ciclo vegetativo, por lo que prácticamente su grado de palatabilídad resulta atractivo de la hacienda en un amplío término de pastoreo.
En su medio estacional este pasto convive con otras gramíneas que integran la comunidad de esas pasturas naturales, y entres las que prioritariamente se pueden mencionar a las siguientes:
- Sporobolus phleoides – «pasto salitrero dulce»
- Setaria argentina – «cola de zorro»
• Aristida adscensionis – «pasto blanco»
. Trienioris pluríflora – «pasto crespo»
. Cynodon dactylon – «grama»
, Chloris ciliata
, Chloris virgata
. Digitaria insularis
. Digitaria sanguinalis
. Spgrobolus berteroanus
- Eragrostis lugens
. Gouinia latifolia - Leptochloa virgata
- Pappophorum mucronulatum
Paspalum commune
Paspalum dilatatum
Paspalum notatum
Setaria geniculata
Setaria gracilis
Caracterización de la pastura
El «pasto crespo» es la gramínea natural de mayor difusión en las zonas mencionadas, siendo por ello la que mayores posibilidades forrajeras ofrece a la hacienda vacuna.
Su ciclo vegetativo abarca prácticamente desde principios de la primavera hasta la iniciación del invierno, es decir, dentro del período de más de 300 días libres de heladas que registra su ámbito ecológico, sufriendo solamente limitaciones más severas hacia el oeste de la región, donde el clima monzónico presenta una estación invernal sumamente seca.
La aptitud forrajera y su valor intrínseco alimentario, lo hacen un pasto comparable a las especies de gramíneas exóticas que se han introducida no sin dificultades en algunos distritos de tan extensa área territorial, poseyendo un potencial biótico superior al de aquéllas.
Manejo de la pastura natural
Las experiencias de campo realizadas en la región con parcelas clausuradas de «pasto cresto» , consociado con «trébol de olor amarillo» (Melilotus spp.) han permitido obtener conclusiones prácticas de apreciable valor económico, dado el incremento de productividad y receptividad animal verificados en el aumento de peso de los animales vacunos.
Por ello se estima que es factible un buen manejo de estas pasturas naturales si se ajusta el mismo a un programa de pastoreo controlado y bajo las siguientes pautas:
Corte del rastrojo de la pastura a fines de invierno.
Roturación superficial con rastra de discos (dando poca entrada).o pasaje cruzado de la rastra de dientes adicionándole algún lastre para aumentar su peso, a profundidad de cinco centímetros.
Siembra de una leguminosa de fuerte adaptación local como el «trébol de olor amarillo», acoplando cajón sembrador durante el laboreo con rastra de discos, y dentro del período julio/agosto en potrero con suficiente humedad (al oeste de la región esta humedad se confiere con un riego de presiembra).
Aplicación de segundo riego eventual en parte oeste de la región para apoyar el desarrollo vegetativo de primavera y antes de las primeras lluvias (octubre). En algunos distritos de esta región se halla sumamente connaturalizado el «trébol de olor amarillo» que indicamos, el que puede sembrarse al voleo en el campo de «pasto crespo» a razón de seis kilogramos por hectárea.
Durante el manejo también puede implementarse la fertilización química de la pastura al momento de realizar la siembra del trébol, recomendando la aplicación de abonos minerales fosfatados-cálcicos (30% de fósforo asimilable), a razón de 350-400 kg. de fertilizante por hectárea (pueden utilizarse también hiperfosfatos de calcio). La incorporación de fosfatos solubles al suelo favorece el metabolismo de la leguminosa (trébol de olor), y ésta a su vez intensifica la fijación de nitrógeno en el campo, lo que es bien aprovechado por la gramínea forrajera («pasto crespo»). El abono mineral se incorporará con uniformidad directamente al voleo en los potreros de poca extensión, utilizando máquina desparramadora de abonos. En superficies mayores se justifican las aplicaciones aéreas utilizando avionetas con equipo especial.
Los potreros así tratados pueden destinarse al primer pastoreo a partir de la segunda quincena de noviembre a más tardar en los distritos secos al oeste de la región, transfiriendo a ellos hacienda vacuna proveniente de pasturas sin tratamiento alguno.
Aspectos económicos
La pastura natural mediante estas técnicas de manejo y conservación registra apreciable mejoramiento en su capacidad receptiva de hacienda, habiéndose observado incrementos desde 0,6 unidad ganadera/ hectárea (u.g/ha) hasta más de 1,0 a 1,5 u.g./ha en potreros de «pasto crespo» consociado con «trébol de olor amarillo» sin fertilización química, y hasta dos a tres u.g./ha. en pradera consociada con estas especies, pero con fertilización fosfatado-cálcica.
Recomendaciones especiales
Es necesario abandonar definitivamente las viejas y nocivas prácticas de prender fuego a las pasturas naturales para forzar rebrotaciones tempranas, dado que con ello se perjudica seriamente la materia orgánica del suelo, reduciendo la fertilidad natural del campo.
Será necesario también evitar el sobrepastoreo de los potreros con tratamiento, al efecto de prevenir modificaciones perniciosas en la estructura del suelo por excesivo pisoteo por parte de los animales.
El pastoreo deberá suspenderse al comenzar el invierno, especialmente en los distritos secos al oeste de la región, dejando en barbecho corto el campo hasta iniciar nuevo tratamiento de recuperación de la pastura natural. Alberto Auné
Deja una respuesta