Alberto Auné
La ecología se ha convertido en el caballito de batalla de infinidad de movimientos a lo largo y a lo ancho del mundo, al punto que, en varios países, sus adherentes han llegado a formar partidos políticos con aspiraciones electorales.
Ello es producto de una toma de conciencia pública sobre los problemas que aquejan a los recursos naturales del planeta, irracionalmente explotadas y cada vez más escasos.
No debemos olvidar que la Tierra puede ser comparada con una nave espacial que lleva a bordo todo lo que necesitan sus tripulantes para sobrevivir. Si los alimentos se acaban, estos perecerán de inanición.
Recursos naturales
Podemos dividir a los recursos naturales en dos grandes grupos; aquellos que pueden renovarse y los que al ser consumidos se pierden para siempre.
Entre los primeros podemos incluir las aguas superficiales y profundas, la fauna, tanto terrestre como acuática, la flora, ya sea esta un pastizal como un bosque natural, y los suelos.
Entre los recursos no renovables tenemos el petróleo, las minerales, los metales, el gas natural y el carbón.
El hombre puede, sin embargo, transformar por agotamiento total un recurso natural renovable en algo irrecuperable por extinción, debido al mal manejo del mismo.
Ejemplifiquemos: un pez, dulceacuícola o marítimo, pescado sin control, puede desaparecer como especie de la faz de la Tierra; los suelos pueden ser degradados hasta su total aniquilación; pueden secarse las cuencas hídricas subterráneas y pueden degradarse masas boscosas naturales que originalmente hayan tenido un excelente nivel productivo.
En este último caso, en nuestro país tenemos un triste ejemplo con la explotación irracional de los bosques de quebracho en el norte santafesino efectuada por una compañía inglesa en las primeras décadas del siglo XX.
El bosque natural
El bosque natural o espontáneo, es un recurso natural renovable, siempre y cuando su explotación se atenga a sus características de crecimiento y a su capacidad productiva. Esta es perfectamente medible, cuantificable y aprovechable.
Las opiniones respecto al estado de los bosques naturales suelen ser encontradas. Estén aquellos que aseguran que las masas boscosas están en proceso de regresión, especialmente en zonas donde se ha asentado mayor cantidad de población o donde la explotación agropecuaria ha ido creciendo considerablemente.
El ingeniero agrónomo Domingo Cozzo (1918-2003), destacado especialista en ciencias forestales, expresó al respecto en su libro La Argentina Forestal(Buenos Aires, EUDEBA, 1967):
“Actualmente la Argentina dejó de ser país forestal. La sociedad moderna con sus mayores necesidades de productos agrícolas, la expansión de poblados y de sus industrias, ha ido cercenando y empujando las masas boscosas como a un enemigo al que corresponde eliminar; cada ola del avance económico del país, en sus diversas explosiones periódicas luego de cada crisis que se supera, ha ido restando áreas a los ambientes con árboles (. . .). No obstante esta tremenda destrucción, quedan todavía muchos bosques de valor; ellos deben ser salvados. El bosque es un recurso natural que ya beneficia por su sola presencia; una vez desaparecido, sólo puede ser restituido a costa de ingentes esfuerzos y a un precio mucho mayor que el de la ganancia recogida can los materiales extraídos del mismo».
Otros, en cambio, en total contraposición con esta opinión, aseguran que el bosque nativo no es regresivo ni se encuentra en disminución la superficie bascosa del país, sino que denota una repoblación progresiva.
Agregan que no es exacto que a principios del siglo XX teníamos alrededor de 103 millones de hectáreas cubiertas de bosques y que se habrían reducido a 60 millones de hectáreas en la década de 1960, quedando tan sólo en la actualidad unos 40 millones de hectáreas.
Lo cierto es que en las zonas centrales y el litoral, las masas boscosas casi han desaparecido, mientras que se conservan más o menos intactos, los bosques espontáneos surcordilleranos y algunas regiones selváticas del Norte, aunque los trabajos efectuados desde hace tiempo del Impenetrable chaqueño han disminuido drásticamente las superficies verdes.
Explotación racional de los bosques
Si hablamos en términos económicos, podemos decir que las masas boscosas son un capital que produce una renta.
Conociendo el ritmo de multiplicación de un bosque, es posible extraer de él la madera que produce en cantidades tales que no afecten su ritmo de crecimiento, dejando, por lo tanto, intacto el capital para que al año siguiente genere la misma rente, sin merma.
Esto es una explotación racional en términos económicos. Muy similar a lo que sería en términos ecológicos: un aprovechamiento razonado, basado en un conocimiento científico del recurso.
En la ciencia forestal, realizar una explotación racional significa dearrollar una serie de pasos con el objeto de mantener indefinidamente el recurso natural renovable.
Primeramente es necesario inventariar, o sea calcular, el volumen de la totalidad de los ejemplares que constituyen el bosque, tomando muestras representativas y trasladando sus resultados a la masa total. Inventariar no es una tarea fácil ni gratuita: exige conocimientos climáticos, topográficos y ecológicos de la zona, así como un relevamiento planimétrico que permita conocer las superficies ocupadas. Es necesario también caracterizar los ejemplares por su altura, su diámetro y su forma.
Luego del inventario es necesario cuantificar la posible producción, para conocer la cantidad de madera que puede extraerse sin afectar el capital original.
Por ultimo, la ordenación del bosque permitirá planificar las zonas y periodos de corte, las instalaciones necesarias, las vías de acceso y salida, el tratamiento industrial que se aplicará a la madera y la eficiencia en su aprovechamiento.
El contralor riguroso de este conjunto de tareas resulta imprescindible para «gobernar» el bosque de manera racional, manteniendo indefinidamente sus posibilidades. Alberto Auné
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