La República Argentina, a fines del siglo XIX, se encontraba ávida de novedades culturales y trataba de integrarse a los problemas de un mundo cambiante.
Miraba hacia el océano y le llegaban deslumbrantes destellos de Europa. Sin embargo, muchos argentinos alentaban la esperanza de conjugar esas visiones resplandecientes con un acervo tradicional del que no pensaban renegar y al que consideraban válido componente de una expresión cultural realmente original.
Así ocurrió con Julián Aguirre, nacido en Buenos Aires el 28 de enero de 1868, contemporáneo de Alberto Williams (1862-1949) y que, con él, renovó la música argentina, dándole los ingredientes de universalidad y sano nacionalismo que toda manifestación cultural requiere para prosperar.
A los 24 años, Julián Aguirre era secretario y profesor en el Conservatorio de Música de Buenos Aires fundado por Alberto Williams, en 1893.
Al mismo tiempo participó de las reuniones de El Ateneo, presididas por Carlos Guido Spano (1827-1918). Viajó a España y allí se formó con Carlos Beck en piano y con Emilio Arrieta (1821-1894), autor de la celebrada ópera Marina, en composición y armonía.
En 19D1 contrajo matrimonio con Margarita del Ponte, hija del pianista nacido en Turín (Italia) Clementino del Ponte.
En las tertulias del Club Argentino de Ajedrez, su institución predilecta, lo llamaban “el bohemio elegante”.
Fue amigo de Leopoldo Lugones (1874-1938), Enrique Larreta (1873-1961), Anatole France (1844-1924) y del citado Alberto Williams.
En 1916 fundó la Escuela Argentina de Música, cuya sede, en Bartolomé Mitre 974, de la capital argentina, vio desfilar a futuros grandes intérpretes y a compositores.
Como compositor, tuve predilección por las obras para piano. Dos de ellas alcanzaron nombradla nacional primero y luego difusión universal: «Huella» y «Gato», ambas inspiradas en nuestro folklore.
Julián Aguirre, con su fina sensibilidad y sus conocimientos del universo musical de la época, logra, como Williams, integrar lo nacional en lo universal y dar adecuada jerarquía a lo argentino en los conciertos.
Poco antes de morir, el gran director de orquesta suizo Ernest Ansermet (1883-1969) le expuso su plan de instrumentación de esas dos composiciones.
Fue uno de los más importantes críticos musicales, colaborando esporádicamente en El Hogar hasta 1920 y luego en forma habitual hasta totalizar, a su muerte, 94 colaboraciones, en las que se traduce sabio conocimiento del arte musical y un gran deseo de difundir obras de compositores nacionales.
Entre otros trabajos por honrar su memoria están un busto en el Rosedal de Palermo, en la ciudad de Buenos Aires, obra de Agustín Riganelli (1890-1949) y el cuaderno Homenaje a Julián Aguirre, editado por Carlos Lottermoser, con quizá los mejores homenajes de la posteridad.
En esta publicación colaboraron diez autores, entre ellos Pascual de Rogeti, Athos Palma, su discípulo José Andre y Carlos Lopez Buchardo.
Además, entre otros importantes centros educativos musicales, los Conservatorios de las localidades bonaerenses de Banfield y Morón llevan su nombre.
En el año 1958, centenario de su nacimiento, el Fondo Nacional de las Artes efectuó un concurso para canciones escolares en honor de este gran músico, que fue ganado por el maestro Abraham Jurafsky, quien fuera amigo, biógrafo y discípulo de Carlos López Buchardo.
Julián Aguirre también cultivó la poesía. Transcribimos un fragmento de su obra en este género literario “A la noche”, incluida en su libro Prima Verba, publicado en 1900.
¡Oh noche! compañera de la ausencia
en que gimiendo vivo,
retén su imagen, su esplendor retrato;
que el cadencioso ritmo
de su paso, que el sueño apenas roza,
acaricie el oído,
y de sus negros ojos, en que el cielo
se refleja infinito,
sienta en el fondo de mi alma el suave
resplandor divino.
De Julián Aguirre ha dicho la música, docente e investigadora Carmen García Muñoz, quien falleciera en 1997, estas palabras:
«Otras voces lo acompañaron y siguieron más tarde por el mismo camino, mas tal vez ninguna tuvo como la de Aguirre ese don particular de señorío y sencillez, de nostalgia y de ternura, de fluidez melódica y de síntesis expresiva».
La música argentina debe mucho a Julián Aguirre; honremos su obra y memoria. Alberto Auné
Imagen: Busto de Julián Aguirre, de Gabriel Sozzi. Paseo de los Poetas, El Rosedal, Buenos Aires, Argentina. (Fuente: http://www.wikimedia.org)
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