Alberto Auné
Si alguna causa común une a las naciones del mundo, es la permanente búsqueda de las formas propias, en medio de un clima de constantes contradicciones.
Los países del Cono Sur de América latína, no son hermanos simplemente por estar cerca sino porque tienen baluartes similares -la lucha por la independencia y sus grandes próceres- necesidades iguales, y aspiraciones comunes.
Tienen, también, ese particular tránsito, entre fuertes contradicciones sociales, económicas y culturales.
Los hombres debaten a menudo sus ideas para terminar afirmando que «nos espera un futuro de grandeza.
Por lo general, esa grandeza es identificada con el desarrollo económico, con la creciente posibilidad de una vida mejor -aspiración totalmente legítima- pero a menudo poco se piensa en que el progreso está hecho por hombros y que los hombres –que van a hacer el progreso— son el producto de un proceso educativo—cultural.
Esto ha llevado a una situación de efectos a destacar, ya que mientras todos se esfuerzan por superar las crisis, en especial económicas, los gobiernos aplican presupuestos públicos a esta causa y no elevan los presupuestos educativos en la proporción que exigen las necesidades, de ese mismo medio, para el futuro inmediato y mediato.
Esta es una vieja dualidad que ha sido reflexionada puesto que revela una acción definida del hombre en contra de sí mismo, aunque así no se advierta en el campo de los hechos comunes.
Por ello es evidente, aunque difícil de comprender, que el ser humano es un ser misterioso que, al llevar su vida a la realidad que él mismo ha creado, se escapa de sus límites.
Esto ha sido interpretado como que el hombre que acepta su destino cotidiano lucha contra él al oponerse, conscientemente o no, a las metas que, aunque más lentas en el tiempo cronológico, son más seguras respecto al porvenir.
Si bien es cierto que el tema daría lugar a un planteo filosófico, no es menos cierto que si el problema se viera en profundidad y se extendiera se podría aclarar el panorama y la dinámica humana giraría en torno de una realidad menos inmediata pero más trascendente.
El problema es que el hombre se escapa de sus límites.
Los límites los pone el interior de la persona que previamente ha sido formada sobre el reconocimiento de las virtudes éticas, de los valores, de la conciencia permanente de la vida y sus distintas manifestaciones.
De la misma manera los países –sobre todo aquellos que buscan solucionar sus problemas económicos, políticos y sociales en medio de contradicciones que se agudizan día a día- deben ir en busca del futuro dando prioridad a la educación, que es la mejor inversión a largo plazo.
Mayores presupuestos, planes pedagógicos, docentes que difundan, además del conocimiento, planteos relacionados con la trascendencia de los valores, son elementos imprescindibles para lograr este futuro con esperanzas.
Las economías, antes o después, se encarrilan, a veces a partir de una o varias medidas o situaciones, como una cosecha récord de cereales o cualquier otra, que permiten superar problemas y crisis, en especial en un mundo globalizado. Pero la educación requiere un esfuerzo continuo, que debe efectuarse día a día. No depende de un hecho que influya sobre otros, sino del trabajo de docentes y de la comunidad educativa. Alberto Aunè
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