Félix de Azara. Fotografía extraída del libro «Historia Argentina». Autor: Diego Abad de Santillán. TEA, (Fuente: http://www.wikimedia.org)
Alberto Auné
Félix de Azara está vinculado a la zona del Río de la Plata y a su ciencia por su permanencia de veinte años en América del Sur, entre 1781 y 1801, adonde llegó como integrante de la comisión demarcatoria de límites, según prescribía el tratado preliminar de paz de 1777 entre los reinos de España y Portugal, tratado también conocido como de San Ildefonso.
Esas dos décadas de vida americana dieron origen a una copiosa obra que podemos clasificar en tres grupos, según se refieran a cuestiones geográficas, científicas o históricas.
Entre las primeras podemos incluir los cuatro tomos de Voyages dans l’Amérique Méridionale, depuis 1781 jusqu’en 1801, publicados en francés en 1809, en los cuales efectúa una detallada descripción del Paraguay y del Río de la Plata.
Su relato se destaca por la falta total de declamatoria y por su sencillez.
El historiador Manuel Solari sostuvo:
“Además de su importancia por la descripción que hizo de nuestro territorio, sus estudios sobre el clima, los vientos, los terrenos, los minerales, los ríos, los vegetales silvestres y las noticias que contiene sobre ciudades, villas y aldeas, es valioso este trabajo por incluir importantes referencias sobre la sociedad colonial, que permiten formarse una clara idea de la estructura social de la colonia y de los usos y costumbres de sus habitantes».
En el campo de las ciencias naturales podemos destacar dos estudios, ambos de gran importancia para la época, en los cuales efectúa una labor descriptiva que le valiera renombre entre los hombres de ciencia de su época, los que llegaron incluso a considerarlo como un continuador de la obra del naturalista francés Georges-Louis Leclerc, conde de Bufón (1707-1788).
Esos estudios son Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata, publicado por primera vez en París en 1801, y Apuntamientos para la historia natural de los pájaros del Paraguay y Río de la Plata, que vio la luz en Madrid en 1802.
En el tercer grupo de sus escritos, los referentes a estudios históricos, incluimos su Memoria sobre el estado rural del Río de la Plata en 1801 y Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata, ambas obres publicadas en forma póstuma, en 1847.
Pero no finaliza aquí su labor americana.
Azara se distinguió también en la cartografía, pues dibujó los primeros mapas científicos que se levantaron en la Argentina.
Este gran científico e investigador, que según el político (presidente de la Argentina), militar, periodista e historiador Bartolomé Mitre (1821-1906) al pisar tierras de América «se hizo naturalista, supliendo por la observación la deficiencia de sus conocimientos científicos y acertando por la labor constante y la paciencia a crear métodos nuevos que debían ser guía de 1; ciencia» poseía una sólida formación matemática y era soldado de carrera.
Había nacido en Barbuñales, provincia de Huesca, España, el 18 de mayo de 1746, siendo hijo de Alejandro de Azara y Loscertales, señor de Lizana, y de María de Perera.
Entre 1757 y 1761 estudió historia, legislación y filosofía en la Universidad de Huesca.
Sus padres pretendían para él una formación humanista, pero su verdadero interés estaba en la carrera militar.
No pudo ingresar como cadete al Colegio de Segovia por razones de edad, pero logró una plaza en el Regimiento dé Infantería de Galicia, en el que comienza a revistar en septiembre de 1764.
Al año comenzó estudios superiores de matemática en la Academia Militar de Barcelona.
En noviembre de 1767 fue ascendido a subteniente e ingeniero delineador de los ejércitos nacionales, plazas y fronteras. Realizó diversas tareas inherentes a su profesión hasta su participación en el desembarco de Argel, en 1775, donde fue gravemente herido.
Por su intervención en esta campaña fue ascendido a teniente de ingenieros y dos meses después, el 5 de febrero de 1776, a capitán de infantería, con el titulo de ingeniero extraordinario.
En 1781 recibió la orden de partir en un barco portugués rumbo a América, viaje que emprendió acompañando a la comisión hispano-1usitana demarcatoria de límites.
En América del Sur, debido a la táctica dilatoria que siguieron los comisionados lusitanos, aprovechó para emprender una serie de viajes y realizar por su cuenta exploraciones y trabajos geoqráficos, actividad que despertó en él una nueva vocación; la de naturalista,
En 1801, ya de regreso en Europa, se reúne con su hermano José Nicolás, marqués de Nibbiano (1730-1804), diplomático de carrera, en París, donde éste estaba destacado ante el gobierno de Napoleón.
Tomó contacto a través de su hermano con la intelectualidad científica europea, que ya conocía su trabajo sobre los cuadrúpedos, publicado originariamente en idioma francés.
En 1802, por real orden, fue ascendido a brigadier de la Armada, soliciutando su retiro del servicio activo en 1803.
Decidido a radicarse en Roma con su hermano, que había abandonado la diplomacia por razones de salud, el proyecto queda trunco al morir éste el 26 de enero de 1804.
Se retiró entonces a su casa de Burbuñales, donde lo encontró la invasión napoleónica en 1808.
Ofreció entonces sus servicios militares al general José Palafox (1776-1847), quien los rechazó en atención a su avanzada edad.
Vuelto al poder Fernando VII en 1814, colaboró en diversas tareas para el resurgimiento de España de los destrozos de la guerra, hasta que el 20 de octubre de 1821 falleció víctima de una pulmonía.
Se apagó así, a los 75 años de edad, una existencia inquieta, viajera e intelectualmente positiva, que dejó como legado las primeras crónicas científicas basadas en la observación ordenada y sistemática de la América meridional. Alberto Auné
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