Alberto Auné
Los fertilizantes y la producción agrícola están ligados al problema de la alimentación humana en un mundo donde la población ha alcanzado un crecimiento vegetativo de características dramáticas, situación que se acentúa sobre todo en aquellas regiones donde existe una elevada densidad demográfica o en aquellas en las cuales los recursos naturales han descendido a niveles de evidente empobrecimiento por agotamiento.
El hombre primitivo basaba su alimentación en la caza y necesitaba una superficie de 5.000 hectáreas para procurar el alimento de una persona.
Con la domesticación de plantas y animales y el avance tecnológico aquella superficie o espacio vital ecológico se ha reducido considerablemente.
El hombre de la Edad Neolítica o Edad de Piedra dejó evidencias de que mantenía a su lado a ciertos animales domésticos, hacía pan de grano y había aprendido a tejer en forma rústica.
La producción de alimentos debió haber estado bien organizada mucho antes de los primeros informes relativos a Persia y Egipto, porque hay restos arqueológicos de ciudades que hace suponer que las comunidades humanas que las habitaban tendrían que disponer necesariamente de una agricultura básica organizada para producir volúmenes significativos de alimentos.
En los tiempos prehistóricos algunas colonias de familias humanas se establecieron en los valles fértiles y comenzaron la civilización según la conocemos en los tiempos actuales, estimándose en alrededor de 18.000 años antes de Cristo esos primeros asentamientos agrícolas.
Hubo luego un desarrollo muy lento durante unos 10.000 años hasta los tiempos de los sumerios, es decir, aproximadamente 8.000 años antes de nuestra era.
Mantenimiento de la fertilidad del suelo
A través del tiempo el hombre comprendió tempranamente que era indispensable compensar los suelos después de cada cosecha para poder mantener adecuado nivel de productividad de ésta; para ello comenzó a practicar la reposición de fertilidad en la tierra explotada acudiendo a los fertilizantes naturales disponibles en el medio rural.
Los propios niveles de productividad agrícola alimentaria en el mundo mantienen una estrecha relación con la conservación de la fertilidad en el suelo y la tecnología que el hombre viene empleando para ello.
Los fertilizantes químicos o naturales
Desde el siglo XIX los fertilizantes minerales han comenzado a ocupar la atención del empresario agrícola, permitiéndole mantener así una alta productividad de la tierra en explotación, evitando su agotamiento. Es un importantísimo insumo moderno del que no puede prescindir la agricultura intensiva.
Se reconoce como fertilizante químico a toda sustancia compuesta que contiene los elementos esenciales pera el crecimiento vital de las plantas cultivadas y en cuya composición se puede encontrar nitrógeno, fósforo y potasio (cuyos símbolos químicos son N, P y H, respectivamente), denominados también elementos biogénicos mayores o esenciales, los cuales pueden ir acompañados de elementos secundarios como el azufre, calcio y magnesio (S, Ca y Mg), y microelementos y oligoelementos también llamados elementos biogénicos menores, tales como boro, cobre, manganeso y zinc (B, Cu, Mn y Zn). Alberto Auné
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