Epilepsia: una enfermedad de la cual hoy conocemos más

· Alberto Auné, medicina, salud, sociedad
Autores

Alberto Auné

Desde la antigüedad, esta enfermedad originó creencias de toda índole, incluyendo la posesión divina o demoníaca, es en nuestros días mencionada como causa por ciertas sociedades o personas.

Recién en el siglo XX, con investigaciones científicas, se han descubierto y difundido conocimientos sobre la afección, siendo insustituible la ayuda de la electroencefalografía para el diagnóstico, pronóstico y terapéutica de la epilepsia.

Es una enfermedad del sistema nervioso central, cuya frecuencia y repercusión social obligan a situarla entre algunas afecciones del tipo «tabú» para muchas personas, como el cáncer, las enfermedades mentales y la tuberculosis.

Él problema de la epilepsia va más allá del mero interés individual, derivando en graves consecuencias para la sociedad, como ocurre cuando un epiléptico sufre una crisis en un lugar en que hay otras personas, tanto en un domicilio, centro educativo, oficina pública o transporte.

 

Manifestaciones de la crisis

El fenómeno denominado «descarga epiléptica» produce la evidencia clínica d« la enfermedad.

Toda célula nerviosa funciona produciendo energía, emitiendo un cierto número de impulsos.

En el cerebro normal esta emisión es proporcionada, estando la regulación a cargo de los millones de células que lo constituyen.

Por distintas causas, algunas conocidas y otras no, el equilibrio se rompe, haciéndose ciertas células más activas qué otras y descargando más impulsos, que producen la descarga epiléptica.

La descarga puede originarse en una zona del cerebro y localizarse o difundirse. Se forma por convulsiones que no son por sí mismas anormales mientras descienden de nivel e intensidad, como ocurre en casos de embriaguez.

En algunos casos las convulsiones son manifestaciones ocasionales y de tipo accidental, en otros son la única y predominante prueba de la enfermedad.

 

Las causas

La epilepsia tiene causas conocidas e ignoradas.

Alrededor de un 75 por ciento de los casos no presentan lesiones en el cerebro, constituyendo la epilepsia esencial.

En cambio, la epilepsia sintomática tiene como origen causas traumáticas del parto, además de golpes craneanos, tumores, infecciones, malformaciones, etcétera.

Generalmente se admiten las posibilidades de una predisposición hereditaria, aun cuando es excepcional la transmisión de padres a hijos.

Si bien las verdaderas causas de la epilepsia quedan aún en el misterio, se conocen ciertos factores que pueden desencadenar crisis en un epiléptico: la edad, el sueño, las menstruaciones, las emociones, la fiebre, el abuso de alcohol o café, la hipoglucemia -disminución de la concentración de azúcar en la sangre- entre otros.

Respecto de la edad, la epilepsia esencial comienza en la infancia, pero alrededor del 75 por ciento de todas las formas de epilepsia aparecen hacia los 20 años de edad.

Las manifestaciones son distintas y tienen relación con las causas que las determinan. En la esencial hay crisis generalizadas; en la sitomática hay crisis parciales y raramene generalizadas.

La manifestación más conocida en la enfermedad es la «crisis del gran mal» -ataque generalizado- que surge de pronto, en estado de pleno bienestar y a veces precedida de una serie de trastornos llamados «aura epiléptica».

Estas crisis se presentan con distinta frecuencia y según la gravedad y la eficacia del tratamiento se darán una vez por semana, por mes o por año.

Raramente se repiten en el curso de un mismo día. Cuando ello ocurre, ya no se trata de una descarga sino de un estado, acompañado de fiebre elevada que puede llevar al sujeto a la muerte.

 

El  niño epiléptico

En algunas ocasiones, por lo común en la infancia, las crisis del gran mal pueden estar hemilateralizadas.

Hay pérdida de conciencia y la rigidez o convulsiones se limitan a un solo lado del cuerpo.

También en los recién nacidos y en los niños de hasta tres años las crisis generalizadas están constituidas habitualmente por la fase de rigidez exclusiva: el niño tiene los brazos flexionados y las piernas tensas con ninguna o escasas convulsiones.

En los niños pueden presentarse convulsiones debidas a la fiebre elevada, que no son epilépticas.

Sin embargo, a modo de prevención suele sugerirse que se efectúe un estudio a través de un examen electroencefálico. Pero más que las convulsiones febriles, en los niños es común la denominada crisis del pequeño mal, que por lo general se presenta en la edad preescolar para desaparecer en la adolescencia, aunque frecuentemente se convierten en crisis del gran mal. Desgraciadamente son tan poco evidentes que se descuidan durante años, aunque suelen presentarse muchas veces por día y a menudo son los docentes los que llaman la atención de los padres, debido a la desatención de los alumnos en clase.

Es el llamado «mal de tipo de ausencia», el cual se conforma con una breve pérdida de conciencia que no dura más de diez segundos y no produce pérdida del equilibrio: el niño detiene su acción de hablar sin contestar a lo que se le habla y a veces tiene pequeñas sacudidas en las manos o en la cara, que pueden pasar inadvertidas.

En otras formas de pequeño mal el niño puede caer al suelo o sufrir bruscas contracciones.

También pueden alternarse las crisis del gran mal con las del pequeño mal, pero siempre con brevísima duración.

 

Clasificaciones

Muchos estudiosos han elaborado diversas clasificaciones de la enfermedad.

Además de las crisis epilépticas generalizadas hay también crisis epilépticas parciales, que se dividen en simples y complejas.

Entre las simples se hallan las crisis jacksonianas, consistentes en contracciones musculares rítmicas de una parte del cuerpo, bastante limitada.

Pueden prolongarse durante varios minutos sin que haya algún trastorno de conciencia.

Las auras epilépticas, a la que nos referimos en la nota anterior, se distinguen perfectamente de las jacksonianas. Ocasionan trastornos olfativos o gustativos, alucinaciones; el sujeto puede tener crisis de angustia, de terror o pánico.

En otros casos hay crisis viscerales, que se manifiestan oralmente, constituidas por movimientos de masticación, deglución o succión, acompañadas por pérdida o limitación de la conciencia.

Siempre con pérdida o lmitación de la conciencia se presentan también los llamados «automatismos epilépticos», que son crisis simples y parciales.

E1 enfermo realiza actos habituales, simples o complejos sin darse cuenta. Come, se lava y peina, se viste o desnuda, camina efectuando largos trayectos hasta que en un momento determinado toma conciencia de todo los que hizo o se halla en un sitio sin saber dónde se encuentra y cómo llegó allí, en un caso de automatismo ambulatorio.

En casos graves, al aura y al automatismo siguen las convulsiones.

 

Los trastornos psíquicos

Ls enfermos epilépticos pueden presentar trastornos psíquicos, inclusive fuera de las crisis.

Son a menudo, personas lentas pero también agresivas u hostiles.

Hay en ellos un decaimiento de lo inteligencia hasta la demencia o un empeoramiento en su modo de cornportarse.

Además, aunque con menor frecuencia, suele darse una modificación del carácter en los epilépticos no temporales.

Tambén existe la epilepsia enmascarada, que se manifiesta a través del sonambulismo y la enuresis -incontinencia de la orina, por lo general nocturna- pero estos trastornos son por lo general de naturaleza epiléptica en algunos sujetos,

 

E1 diagnóstico

Como en toda la ciencia médica, el diagnóstico es el punto clava de tratamientos y curaciones.

En la epilepsia hay manifestaciones que confunden y especialmente en los niños.

La más importante es el desvanecimiento debido a una repentina y transitoria reducción o detención del aflujo de la sangre al cerebro. Tampoco tienen relación con la epilepsia los accesos de convulsiones de la eclamsia (enfermedad del embarazo).

El diagnóstico de la epilepsia se funda en dos pasos básicos: observación de la crisis y electroencefalografía.

A veces, si la epilepsia es tardía, se aconseja internar al enfermo para ulteriores estudios a fin de averiguar si hay alguna lesión suceptible de tratarse quirúrgicamente.

 

Tratamiento

Esta enfermedad sólo puede ser diagnosticada y tratada por médicos.

Este trabajo busca ser una introducción a la misma, utilizando lenguaje asequible.

Es importante tomar conciencia de que con los adelantos tecnológicos en medicina es posible enfrentarla sin temor, así como a otras dolencias.

Ante una situación familiar en este sentido, debemos confiar en los profesionales de la salud, únicos capacitados para un tratamiento y cuidado del enfermo. Alberto Auné

 

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