Estanislao S. Zeballos. Fotografía extraída del libro «Historia Argentina». Autor: Diego Abad de Santillán. TEA, Tipográfica Editora Argentina. 1971, Buenos Aires, Argentina. (Fuente: http://www.wikimedia.org)
Nuevo Don Quijote, si en algún momento
Transformó en gigantes molinos de vientoa
fue en el espejismo de la gran pasión
que irradiaba en su alma con flamear de tea,
La Gran Argentina fue su Dulcinea
Todo por la Patria, su único blasón
Máximo Soto Hell.
Alberto Auné
Estanislao Severo Zeballos fue uno de aquellos hombres que, en la segunda mitad del sigla XIX, emprendieron la ardua tarea de construir la República.
Todo estaba por hacerse; por lo tanto, pocos fueron los que, descollando entre sus contemporáneos, lo hicíeron en un campo específico.
Hubo maestros que también fueron periodistas, escritores, militares y políticos, como Sarmiento.
Otros, de los tratados de jurisprudencia pasaron al sable de las caballerías.
Y los hubo como Zeballos que, políticos y estadistas ante todo, decidieron incursionar, debido a las necesidades del momento, en la historia y en las ciencias. Es en este último aspecto que nos interesa hablar de Zeballos.
Nacido en Rosario de Santa Fe el 27 de julio de 1854, hijo del teniente coronel Estanislao D. Zeballos y de Felisa Juárez y Correa, cursa sus estudios primarios en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal.
En 1866 ingresa al Colegio Nacional Buenos Aires, pero muy poco después, en 1868, viaja al teatro de la Guerra del Paraguay, donde es designado teniente de infantería del Ejército Imperial del Brasil.
Es a partir de ese momento en que su vida se transforma en una vorágine de actividades que no cesa hasta su muerte, acaecida el 4 de octubre de 1923 en Liverpool, Inglaterra.
En 1870 inicia las carreras de Derecho y Ciencias Exactas, actuando activamente al año siguiente durante la epidemia de fiebre amarilla, como secretario de la Comisión Popular, presidida por José C. Paz, hasta que cae enfermo de la plaga. A pesar de ello, es uno de los promotores de la formación del primer centro universitario de nuestro país.
Funda, en 1872, la Sociedad Científica Argentina (SCA), junto a un grupo de egresados y alumnos de Ciencias Exactas. Esta iniciativa tenía como objetivo despertar en la juventud la afición por los estudios profundos e interesar al público en los adelantos que proporciona la ciencia.
La Sociedad fue fundada en el salón del Colegio Nacional de Buenos Aires, en la asamblea realizada el 28 de julio del mencionado año.
Esta institución, de carácter privado, fomenta, desde entonces, el estudio de las ciencias matemáticas, físicas y naturales, promoviendo sus aplicaciones e interesando en ellas a los estudiantes ye las personas de ilustración científica. En 1876, apenas cuatro años después de fundada, comienza a publicar los Anales de la Sociedad Científica Argentina, en los cuales ha permitido la divulgación de trabajos que honran a estas ciencias.
Mientras tanto, en 1874, Zeballos recibe su título de abogado y posteriormente el de doctor en Jurisprudencia, defendiendo una tesis sobre quiebras.
Cuenta sólo con 20 años, a pesar de lo cual es nombrado director del diario La Prensa, iniciando –si obviamos la publicación de su primer periódico, El Colegial, aparecido en 1869— una larga carrera periodística, paralela a sus otras actividades.
Entre 1875 y 1876 publica en La Prensa una serie de notas postulando la ocupación efectiva del Desierto y la marcha sobre el río Negro, anticipando lo que, pocos arlos más tarde, se pondría en marcha: la integración de esos vastos territorios al patrimonio efectivo de la Argentina. :
Publica por entonces, en colaboración con el Perito Moreno y Walter Reid, el libro Estudio geológico sobre la provincia de Buenos Aires. Una excursión orillando el río de la Matanza, y con el último de los nombrados, Notas geológicas.
Dos años después, en 1878, publica La conquista de quince mil leguas. Estudio sobre la traslación de la República al Río Negro, y en colaboración con Pedro P. Pico, Notas Geológicas. Informe sobre el túmulo prehistórico de Cámpora. Año prolífico ese, en materia científica, ya que también participa en la fundación del Instituto Geográfico Argentino.
En 1879, como diputado provincial en la Legislatura de Buenos Aires, inicia una larga y fructífera carrera política que culminaría prácticamente con su muerte» Paralelamente a ella, descuella como estadista, durante muchos años y en diversos períodos, en materia de política exterior.
El político y el estadista se unieron en él al abogado sagaz e inteligente, creador de numerosos proyectos legales, todavía hoy no suficientemente comprendida la importancia para el país de algunos de ellos.
£n 1881 aparece la primera parte de su Descripción amena de la Argentina, que titula Viaje al país de los araucanos, a la que siguen la segunda parte en 1883, bajo el título de Viaje a la Región del Trigo, y una tercera y última en 1688, con el nombre de Viaje a través de las cabañas.
Su vocación literaria da fruto en una serie de historias noveladas: Callvucura y la dinastía de los Piedra (1884); Painé y la dinastía de los Zorros (1886) y Relmu y la Reina de los Pinares (1888).
tn 1916, pocos años antes de su muerte, recibe las palmas de «Benemérito de la Geografía Nacional». En esa oportunidad hizo el relato, en una brillante improvisación, de las creaciones —-de las que participó— de la Sociedad Científica Argentina y del Instituto Geográfico Argentino, expresando entonces que era «una época durante la cual se consideraba que para gobernar la República era necesario tener patriotismo y además sabiduría”. Alberto Auné
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