Libertad, bien social a construir y defender

En la medida en que consideremos que siendo libres podemos construir un futuro mejor, llegarán los cambios que necesitamos para una mejor calidad de vida individual y social.

 

Libertad, un valor para construir

Uno de los bienes más preciados del ser humano, la libertad, es un valor que no debe ser tomado “en contra de” sino “a favor de”; en la medida en que así sea considerada, producirá cambios positivos en cada individuo y en la sociedad.
Algunas veces se enfatiza la finalización de un ciclo histórico o aspecto negativo, del cual una sociedad o grupo se libera (no siempre de manera pacífica), vinculado a menudo a un gobierno, Estado o norma legal.

 

Una mirada sobre la libertad

Esta idea de la libertad “en contra de” no es la que sostenían los filósofos tanto de la antigüedad como de tiempos posteriores, quienes la veían como una de las grandes posibilidades del hombre para avanzar en la búsqueda de la Verdad.
En la medida en que la libertad se presenta asociada en forma exclusiva o predominante a la finalización de un ciclo negativo se va limitando hasta llegar a atrofiarse.
La libertad de pensamiento aparece en algunos análisis como reacción lógica ante una opresión gubernamental que impone la ideología única; la libertad de empresa está contrapuesta a la economía regulada o estatista y así sucesivamente, con lo que algunas declaraciones de derechos aparecen como defensa jurídica contra una hostilidad externa.
Toda revolución, muestra la historia, se hizo para terminar con una opresión dominante y el grito de libertad estuvo en las gargantas de las multitudes que las impulsaron, perdurando incluso en las letras de himnos nacionales, como el argentino. Pero una vez obtenida la liberación de cadenas opresoras es necesario construir un futuro positivo, en el que la libertad sea uno de los valores clave a sostener y defender.

 

La libertad como señuelo conduce a la opresión

La libertad debe ser rescatada e impulsada como un valor para la realización del ser humano. Toda revolución, todo cambio, necesariamente lleva a dejar atrás una estructura política, social o económica opresora para encontrar un nuevo camino.
Esta posibilidad que se abre debe constituir una verdadera opción de liberación, evitando caer en un totalitarismo que frustre las expectativas de quienes han creído en ella.
La historia muestra ejemplos al respecto; una de las más importantes del siglo XX fue la revolución que en Rusia impuso el poder de los soviets y durante siete décadas gobernó a esa nación y otras que anexó por la fuerza, creando la Unión Soviética.
La pérdida de libertades fue evidente y llegó el día en que el pueblo reaccionó; cayó el Muro de Berlín y la implosión del régimen fue inevitable.
Hubo también movimientos políticos que llegaron al poder prometiendo un cambio de estructuras para luego derivar a una dictadura que llegó a provocar no sólo opresión sino destrucción y muerte, como ocurriera en la Italia de Benito Mussolini y en la Alemania de Adolfo Hitler.

 

Un bien social creativo y arrollador

La verdadera libertad va más allá de la simple falta de represión, para ser un poder creador, un movimiento hacia un objetivo de perfeccionamiento propio y ajeno.
Además requiere, por ser instrumento de desarrollo de posibilidades en el ser, tanto de condiciones como de puntos de partida y de apoyo.
Así, para que sea ejercida la libertad religiosa debe haber posibilidad de construir templos de una creencia para que el ciudadano pueda integrarse en esa comunidad, o al menos estar autorizadas por las autoridades reuniones de enseñanza de doctrina y oración; si así no fuera esa libertad no podría ejercerse, como ocurre actualmente (estas palabras se escriben en 2015) en China respecto a la Iglesia Católica, cuya actividad está muy acotada y perseguida en ese país.
También la libertad de prensa exige tener la posibilidad de poder publicar periódicos, revistas y cualquier medio de difusión para la difusión de ideas sin censura previa, incluyendo el acceso a internet, sin la cual su enunciado queda en una teoría que no se cumplirá.

 

Sin comunidad no hay libertad

El análisis en detalle de las libertades concretas, cuando salen de la mera declaración para intentar su ejercicio pleno, nos pone frente a actitudes decisivas para entender la vida de relación política.
La libertad no se entiende sin la pertenencia a una comunidad, pues debe ser ejercida en un contexto de relación con otros ciudadanos también libres y responsables, con deberes y derechos que la comunidad impone para su subsistencia como tal. Esta comunidad se forma y construye de manera continua por un concurso de libertades buscando un mutuo perfeccionamiento en responsabilidad.

 

Convivamos en la diversidad de ideas

Como vemos, la verdadera libertad nos lleva a tomar conciencia de otras dimensiones del ser humano. En este contexto, la libertad no aparece como único valor sino que se enmarca en otras prioridades del hombre en sociedad.
Busquemos los valores positivos de la libertad. En estos tiempos de intercomunicación global permanecen aún bastiones del pensamiento único, que se resisten a darle cabida.
En la medida en que la diversidad en el mutuo respeto se expanda en el mundo, admitiendo el disenso, llegará con ella la libertad, expresada en las distintas formas de democracia que cada país practica para que la sociedad impulse y mantenga los valores ciudadanos. Alberto Auné

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