Alberto Auné
Muchas veces la amistad entra en nuestra vida, llenándonos de alegría, inundando la existencia con una sensación nueva.
Pero también esa misma vida nos va separando. Pasan los años y el reencuentro llega, inexorable, tanto de una manera virtual, como en internet, como de forma real.
Si esto no se da, el afecto no se apaga y queda en el corazón.
Los cuerpos han cambiado, no son los mismos. Como decía Heráclito «todo fluye» y «nunca nos bañamos dos veces en el mismo río».
Los cuerpos cambian, el alma o espíritu permanece.
Vivamos los reencuentros con la sensación positiva que merecen, pues valen la pena.
Periódicamente miro hacia atrás en el tiempo para hacer un balance de las cosas ocurridas.
Positivo o negativo, todo deja una experiencia para mejorar. No siempre las cosas han salido como deseábamos y ello es un aprendizaje continuo.
Algo que impresiona en esas miradas son las ausencias, en especial de personas.
La vida nos ha llevado por distintos caminos; ayer cercanos, hoy lejanos o viceversa.
Algunas ausencias son definitivas; el dolor se hace escuchar pero hay que seguir adelante.
Pero también están los reencuentros. En algunos casos hemos cambiado el aspecto físico pero somos las mismas personas que antes; como decía Heráclito: “Nunca nos bañamos dos veces en el mismo río”.
Hagamos estos balances y reflexionemos. Nuestra vida se fortalecerá con las experiencias vividas.
Esto rige también para los lugares por los que hemos pasado y a los que en algún momento regresamos.
La memoria tiene a veces un sabor especial, cuando recorro calles o lugares por los cuales he pasado en algún momento de la vida.
Hay quienes consideran que una etapa está cerrada si nos mudamos de un espacio físico y lo eliminan, no sé si voluntariamente, de sus recuerdos.
Por el contrario, creo que hay regresos que enriquecen.
Tomamos conciencia del tiempo transcurrido cuando vemos edificios nuevos en lugar de los que ya no están, recordamos situaciones, verificamos que hay lugares que han cambiado de dueño, negocios que ahora no existen y cuyos locales son ocupados por quienes ejercen otros rubros, etcétera.
Pero lo que más nos hace tomar conciencia del tiempo transcurrido es la ausencia de quienes habitaban esa cercanía o trabajaban en ella.
La vida nos ha separado; quizás no volvamos a vernos.
Queda en el corazón la pregunta sobre su destino, que se multiplica pensando en nuevos destinos, actividades, proyectos… y aquella que ocupa la mente y no nos atrevemos a formular, relacionada con el inevitable destino de todos los seres humanos con el paso del tiempo.
Estas cosas pasan por mi mente al recorrer espacios donde la vida me puso, hace mucho o poco tiempo.
Revivamos la memoria y los recuerdos que lleguen enriquecerán nuestros días; si lo haces espero tus opiniones.
Pero luego de esta experiencia hay que volver a la realidad. Quizás algunas de esas cuestiones se resuelvan y otras queden esperando una respuesta que el tiempo dirá si llega o queda suspendida, esperando, con dudas en el corazón que permanecerán para siempre. Alberto Auné
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