Amor: una luz que irradia energía y trasciende el tiempo

· Alberto Auné, sociedad
Autores

Alberto Auné

El sentimiento que lleva a compartir la vida con alguien tiene un paso inicial de deslumbramiento pasando luego a la realidad; aceptar al otro como es permite mantener el afecto e incluso que éste crezca a través de los años.

 

Distintos llamados para abrir el corazón

Algunos encuentros que tenemos con otra persona traen consigo la llegada del amor, el cual llama a nuestra puerta de distintas maneras.
Ciertas veces los llamados son suaves, similares a los producidos por nudillos que producen un sonido con tono de pregunta; otras más intensos, como lo hacían aquellos objetos de bronce que, adheridos a una puerta y semejando una mano, nos invitan a golpear para ser oídos, y otras, las menos, abriendo no sólo las puertas de nuestro corazón sino también las ventanas, con lo cual inundan nuestra vida con un positivo viento huracanado.

 

Un llamado especial

Entre las múltiples formas que tiene el amor de transformar nuestra existencia está aquella en que el sentimiento emerge, como se señala su propia definición, “a primera vista”.
Los ojos se cruzan y a través de ellos la imagen recibida ingresa en nuestro interior, despertando sensaciones que quizás creíamos olvidadas; empero, a través de ellas percibimos que la vida siempre nos da una nueva oportunidad.

 

Deporte y acierto

El amor a primera vista nos recuerda una jugada del golf.
Este deporte no es para todos; esta aclaración no se refiere al costo de práctica y equipos sino a la disciplina y la fuerza de voluntad necesarias para practicarlo, además del dominio de los nervios y el imprescindible control de sí mismo.
Es difícil hacer un tanto, pero mucho más efectuar el llamado “hoyo en uno”, que se produce cuando el deportista, con un solo golpe, logra su objetivo.
En caso de obtenerlo, según los códigos de este deporte, debe compartir su alegría con quienes estén en el lugar, invitándolos a festejar, para lo cual hay empresas que venden un seguro de cobertura.
Una situación similar se da en las cosas del querer, cuando se produce el milagro de la mutua e inmediata coincidencia y los corazones laten al mismo tiempo atraídos uno por el otro.
Así, Cupido logra unir una pareja con dos certeros tiros de arquería, reivindicando su capacidad en el arte milenario de enamorar.
Pero si logra que se produzca el amor a primera vista su acción asemeja el hoyo en uno para quien practica el golf: un único y certero lanzamiento y el objetivo está conseguido.
También aquí habrá un gran motivo para compartir la alegría de la vida, que como dice Joan Manuel Serrat en una canción algunas veces “saca un conejo de la vieja chistera”.

 

Intentar que el encanto no se apague

La pareja, ya conformada, sigue su camino, con sus dos componentes ahora juntos, que siempre recordarán aquel primer impacto del flechazo de Cupido.
El amor no ha culminado desde aquel encuentro, sino que se extiende a lo largo de la existencia.
El filósofo griego Heráclito decía que no nos bañamos dos veces en el mismo río; de esta manera expresaba que el ser humano está sometido a un cambio continuo.
Somos la misma persona en nombre y apellido, pero nuestro cuerpo se va transformando desde la niñez en adelante, hasta culminar todas las etapas de la existencia.
Junto con él va cambiando nuestra mente: noticias, conocimiento, ideas, nos llevan a sostener o revisar posturas filosóficas o actitudes ante la vida.
Así, cada día hay una novedad para compartir con el ser amado, un comentario, una expresión.
Busquemos, a través de ella, que el amor a primera vista, el deslumbrarnos ante el ser elegido, no se agote sino que reviva de manera continua transformando para bien la existencia de los amantes.

 

Enamoramiento y amor

Hay quienes piensan que este sentimiento debe ser más elaborado, descartando un impacto repentino. Según sostienen, la atracción repentina no debe tener prioridad sobre un sentimiento duradero ya que no es amor.
Sin embargo, la experiencia de lo instantáneo puede poner la base de una felicidad que trascienda los años, por lo que no hay razones para descartar que apostemos a ella.
Nunca terminaremos de conocer a nuestra pareja y ni siquiera de conocernos a nosotros mismos; esa búsqueda quedará incompleta incluso al llegar el último día de nuestra existencia,
El amor va así construyéndose día a día, de manera artesanal, con la misma dedicación con que un artista elabora su obra. Este sentimiento va más allá de aquella primera y fuerte impresión, constituyendo un sentimiento que perdura en el tiempo.
El primer deslumbrarse mutuamente, el enamoramiento, es una etapa previa al amor. Es el momento de descubrir cuerpo y alma del ser que nos atrae, en una búsqueda que nos llevará a una primera y positiva impresión.
Todo es perfecto entonces y el ideal de la persona que compartirá nuestra vida aparece sin mácula: aún no vemos sus defectos ni ella lo hace respecto a los nuestros.
El amor, que llega después de esta positiva experiencia, es una etapa que se desarrolla con mayor serenidad. Estamos con quien amamos y quien nos ama está con nosotros, en una aceptación mutua que lleva al compromiso y al respeto.

 

El amor en el tiempo

Siempre hay un primer descubrir del cuerpo del otro. Todo comienzo es tembloroso, requiere a veces una iniciativa o dejar de lado el rubor que cubre las mejillas.
Así es cuando estamos por primera vez en la intimidad con quien pensamos compartir nuestra vida. Eso lo intuimos, sabemos que no será un encuentro pasajero, sino que las miradas y las caricias se prolongarán durante el transcurrir de los años.
Descubrir al ser amado es una maravillosa aventura, que quienes la han vivido recordarán para siempre. En ella caen los nudos que nos impiden avanzar en la intimidad; la etimología de la palabra “desnudo” nos muestra la raíz latina de la expresión, con su prefijo des, que indica privación, en este caso de nudos, trabas, impedimentos.
Sin embargo, después habrá una segunda, tercera vez, con el riesgo de que el tiempo lleve a que nos venza la rutina.
Debemos saber alertarnos cuando esta enemiga del sentimiento comienza a hacerse presente, hablándolo y confiando en quien comparte nuestra jornada sin intervalos.
A menudo los problemas, las dificultades de todo tipo a que nos lleva la apurada sociedad de hoy, nos absorben a tal punto que nos impiden hasta los placeres del afecto, constituyendo un fantasma del que no podemos escapar.
No dejemos que situaciones externas, que no son tan importantes como nosotros mismos, nos invadan y destruyan. Sepamos tomar distancia y redescubrir cada día la belleza del amor.
Así, lograremos esperar cada día el encuentro de los otros ojos que nos aguardan para mirar los nuestros y reflejar mutuamente el afecto que si es bien cultivado durará toda la vida.
En la medida en que el alma esté también sin nudos, sin trabas, de manera continua a lo largo e los años mostrará algo que quien comparte la vida con nosotros no conocía, manteniendo el encanto y la seducción que atrae mutuamente.

 

El primer encuentro, siempre en la memoria

Aquella experiencia inicial del encuentro que transformó nuestras vidas no puede ni debe ser olvidada.
No es un momento más, sino un primer paso en la experiencia de amar; llegamos a ella en soledad y la incorporamos en una vida que ha cambiado, transformando la existencia en soledad en otra más brillante y compartida, en una actitud que nos empuja a una existencia mejor.
Ya nada será lo mismo; una luz nueva ha alumbrado para no apagarse jamás.
Cuidemos el rescoldo de este fuego, para que siempre lo mantenga en actividad y alumbre la felicidad compartida.
La llama que arde en él, protegida de vientos y tempestades, atestiguará la experiencia de un sentimiento duradero que no sólo alumbra a la pareja sino que irradia su luz a los demás, contagiando una dicha que irradia energía a todos quienes la reciben, en un efecto multiplicador de los afectos. Alberto Auné

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