Alberto Auné
El final del segundo milenio de nuestra era ha sido testigo de la obra de grandes pintores en el continente americano, entre quienes debemos señalar a este artista.
- Intercomunicación cultural
Estos artistas estuvieron a menudo relacioados a los grandes movimientos del arte universal, habiendo también estado integrados a la cultura del continente.
Fueron capaces de imponer una impronta que no sólo fue muestra de un talento individual sino que también mostró la influencia del medio y la tradición étnico-cultural tanto anterior como posterior a la llegada de los españoles a América.
2. Un pájaro con vuelo propio, honrando su nombre
En la parte sur del continente, uno de los grandes representantes de esa pintura que afianza sus raíces en su tierra y su pueblo fue Oswaldo Guayasamín (nombre que en el idioma de sus ancestros significa “pájaro blanco” Calero.
Nacido el 6 de junio de 1919 en Guayaquil (Ecuador), fue el primogénito de una familia de diez hijos, falleciendo en Baltimore (Estados Unidos de América) el 10 de marzo de 1999, en las postrimerías de ese siglo XX que prestigiara con su vida, su arte y su presencia.
- Un artista con fuerte impronta
Desde joven mostró su talento para las artes plásticas, exponiendo sus obras en 1941.
Ya iniciado en el arte llegó a Quito, la capital de su país, a la falda del Pichincha, disponiéndose a conquistarla a través de la pintura.
El multimillonario estadounidense Nelson Rockefeller visitó Ecuador y al conocer su obra le compró algunos cuadros, lo que le permitió viajar por varios meses a Estados Unidos, acercándose a los movimientos creadores más importantes de su tiempo durante la década de 1940.
Así fue como conoció de forma directa la obra de los muralistas mexicanos, en especial la de José Clemente Orozco, obteniendo el alto honor de colaborar con él en un fresco sobre el Apocalipsis.
En 1944 visitó varios países de América del Sur, interiorizándose sobre el desarrollo de las artes plásticas en la región y la actividad de importantes creadores.
- Las Series, un legado a Ecuador y a la humanidad
Posteriormente trabajó en tres vastas series, presididas por un concepto de imponencia emocional, buscando transmitir tanto la soledad como las penurias de los aborígenes americanos, quienes constituyen no sólo en Ecuador sino también en otros países la gran mayoría de la población.
La primera de estas series tuvo por nombre Huacayñán o “El Camino del llanto”, estando integrada entre otras obras por “El Grito”, “La Tierra” y “El Prisionero”.
La segunda, mas extensa, fue “La Edad de la Ira”, un proyecto de 250 cuadros, la mayoría de los cuales fueron pintados.
La tercera fue «Mientras vivo siempre te recuerdo», conocida también con el nombre de «La Edad de la Ternura», dedicada a su madre y en ella a todas las madres del mundo.
- Algunas de muchas merecidas distinciones
En 1955 recibió el Gran Premio de la III Bienal Latinoamericana, celebrada en Barcelona, por su cuadro “El Ataúd Blanco”, recibiendo este premio entre más de cinco mil obras presentadas.
Esta no fue la única distinción importante, ya que entre muchas otras en 1942 había recibido el premio Mariano Aguilera.
Además este gran artista recibió premios oficiales y doctorados “Honoris Causa” por parte de varias universidades europeas y americanas. En 1992 recibió el premio Eugenio Espejo, máxima distinción cultural del Gobierno ecuatoriano.
- Una prolífica actividad artística
Entre las obras de Guayasamín podemos mencionar “El Paro”, “La Cantera”, “Vieja”, “India”, “Los Trabajadores”, “Figuras y el Mar” y “Los Niños Muertos”.
Su amplia producción incluye series de flores y paisajes, en especial de Quito, y retratos.
Algunas de las personalidades inmortalizadas en sus cuadros fueron el poeta Carlos Pellicer, el escritor Alfredo Pareja Díaz Onsec, el crítico José Ramón Aznar, la poetisa Gabriela Mistral y María Rosario Iñíguez.
Uno de ellos, Ramón Aznar, dijo que en la obra de Guaysaamín hay “un humanismo rebosante”, viendo el artista el mundo con “una ternura que solemniza las grandes formas, patentes como una ausencia” teniendo todas sus figuras “un derrame dramático.
El artista, además, grabó y esculpió. Una de sus obras es un monumento de doce metros de alto en su tierra natal, Guayas, levantado “a la Patria Joven” y el Monumento a la Independencia de Guayana.
También se le deben varias obras imponentes, efectuadas en mosaico de cristal de Venecia, entre las que se destacan el Homenaje al Hombre Americano, de 6,50 metros de altura, en el Centro Bolívar, de Caracas, y el consagrado al descubrimiento del río Amazonas, de 500 metros cuadrados, que fuera ubicado en la escalera del Palacio de Gobierno en Quito.
La obra de Guayasamín se relaciona estadísticamente con las cerámicas precolombinas, con la de Pablo Picasso, con los citados muralistas mexicanos y otros artistas enrolados en el realismo social, contando además con una impronta propia.
En 1995 comenzó en Quito, la capital de su país, un espacio arquitectónico al que llamó «La Capilla del Hombre», que no concluyera debido a su muerte. cuatro años después.
Jacques Lassigne, quien fuera director del Museo de Arte de París, afirmó acerca de las figuras de este gran artista americano: “De todos estos cuerpos sometidos a tensiones y torturas, a situaciones que no creemos que podrían soportar, nace una nueva humanidad más real y palpable. Esas imágenes extrañas y torturadas son hombres y merecen nuestra atención y confianza”.
Oswaldo Guayasamín, descripto por Alexander Eliot como “cobrizo, rechoncho, de amplio pecho y suave voz”, dejó al mundo un legado artístico inspirado por las gentes de su pueblo, por su paisaje y su proximidad geográfica a la línea imaginaria que divide al mundo en dos, con lo que pertenece al género humano de ambos Hemisferios. Alberto Auné
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