Joaquín Torres García: maestro uruguayo y universal de la pintura

· Alberto Auné, arte, Uruguay
Autores

Alberto Auné

La obra del gran maestro uruguayo Joaquín Torres García (1874-1949) ha sido uno de los aportes más sólidos y originales a la historia de la pintura universal contemporánea.
El trabajo de este gran artista se destaca no solamente por su calidad sino también como fruto de una vida coherente tanto en su docencia como en su prédica y su doctrina.
Estaba entonces extendida la influencia del constructivismo europeo, escuela que tuvo entre otros líderes a Nikolaus Pevsner (1902-1983), crítico y teórico de la arquitectura, quien nació en Alemana y luego se nacionalizó británico; Naum Gabo (1890-1977), escultor ruso y Pieter “Piet” Mondrian (1872-1944), pintor alemán de estilo geométrico.
Torres García no es un geómetra que pinta, sino un pintor que, parcialmente, toma a la geometría pomo referencia.

Una vida para el arte

Su padre era catalán y llegó joven a Uruguay para comenzar una vida de trabajo, fundando y llevando adelante un establecimiento de venta de distintos productos, en el que los paisanos podían también beber y comer. Pero no le fue bien comercialmente y decidió regresar a Barcelona, llevando a su familia, lo que hizo en 1891.

La etapa de Cataluña

Así Joaquín llegó a esa ciudad, donde mostró a temprana edad sus dotes para la pintura.
Dejó a un lado los moldes clásicos y comenzó una etapa de creatividad con estilo propio, que culmina en 1928, año al que algunos autores llaman el “Divino 28″.
Estudia pintura en la Academia de la Lonja, consiguiendo que en 1897 salga un dibujo suyo en el diario «La Vanguardia», comenzando a exponer y efectuando importantes trabajos, como los de arte en la Iglesia de la Sagrada Familia y la Catedral de Palma de Mallorca.
En 1904 sostiene, en la revista «Universitat catalana», que la forma artística jamás debe ser una copia de la realidad.
Pinta óleos y lienzos decorativos en la Iglesia de San Agustín, en Barcelona, además de trabajos para el Ayuntamiento local hacia fin de la primera década del siglo XX.
Torres García mantuvo siempre, durante su etapa europea, su relación con Uruguay, por lo cual tuvo a su cargo el pabellón uruguayo de la Exposición Universal en Bruselas, en el que dejó plasmadas muestras de su arte.
Ya casado, vive con su esposa, de apellido Piña, en la localidad de Vilasar del Mar.
Participa en Barcelona de la Sexta Exposición Nacional del Arte y tiene a su cargo en esa ciudad la restauración del Palacio de la Generalitat.
Además de la pintura tuvo una destacada actividad como escritor, ya que en 1913 da a conocer sus pensamientos en el libro “Notes sobre art».
Para entonces tenía admiradores y detractores, ya que su arte no era comprendido por todos.
En 1917 se relaciona con el pintor Rafael Barradas (1890-1929), quien definiera a la pintura de Torres García como «vibracionismo» y sufre cuestionamientos por parte del Gobierno local, diarios y revistas durante los dos años siguientes.
El desengaño sufrido lleva a Torres García a aislarse, concentrarse más en sí mismo y limitar sus amistades a un círculo de personas de ideología inconformista, incluso simpatizantes de la revolución. Torres García fue presa del estado de espíritu de su tiempo.
Produce juguetes para niños en madera, pero no le va del todo bien con este proyecto y decide entonces emigrar a Estados Unidos de América, más precisamente a Nueva York.

Nueva York y regreso a Europa

Sin embargo, las expectativas de logros quedan frustradas debido a su desconocimiento el idioma inglés y la poca aceptación de su arte por parte del público y la crítica.
Así, decide volver a Europa, partiendo a Génova en 1922.
Allí reinicia la actividad de la industria del juguete, que vuelve a tener resultados negativos, ya que debe sufrir el totalitarismo ideológico y comercial del régimen de Benito Mussolini (1883-1945), por lo que vuelve a emigrar, ahora a las cercanías de la Costa Azul, en Francia.
En Cataluña ahora ha cambiado el gobierno, estando ahora a cargo de Miguel Primo de Rivera (1870-1930), dictador que cuenta con la actitud obsecuente de pintores de menor nivel que Torres García que en una actitud totalitaria cubren las obras del gran artista con otros trabajos de menor calidad.
Después de un tiempo cerca de la Costa Azul, el gran artista se radica en París, donde pasa dificultades y privaciones.
Empero, logra acercarse a otros artistas que comparten sus valores estéticos.
Así pasa a disociar la línea y el color y producir obras más esquemáticas, incluyendo la disociación de la línea y el color y la producción de un tipo de dibujo muy esquemático, con cuadrículas que tienen colores distribuidos por cuadros o planos.
Las dificultades económicas lo deciden a volver a España, donde rige la República, llegando a Madrid en 1932, donde se acerca a grandes artistas, como el poeta Federico García Lorca (1898-1963) y forma un grupo que denomina “de Arte Constructivo”.

Regreso definitivo a Uruguay

Después de mucho pensar y descartar otras opciones, decide regresar a su Uruguay natal, llegando a Montevideo, esta vez para siempre, en 1934.
De esta manera, providencialmente, puede llegar a América antes de que España, país al que ama, se desangre en la Guerra Civil entre 1936 y 1939, que concluiría con el triunfo de Francisco Franco (1892-1975, cuyo gobierno autoritario no veía con buenos ojos a los artistas independientes.
En Montevideo, Torres García comparte sus conocimientos, impulsando el estilo pictórico constructivista.
Lo hizo no solamente en su taller, donde acudían alumnos sedientos de saber y ampliar su conocimiento sobre técnicas pictóricas sino también escribiendo libros y artículos.


Arte y legado

Montevideo conserva huellas permanentes de su labor en los murales del pabellón Martiriné del hospital Saint-Bois, un importante centro de salud que incluye un hospital de ojos, fundado en 1928, ubicado en la zona de Villa Colón, de esa ciudad.
Una vez alguien señaló a este gran artista el terrible esfuerzo puesto en sus obras, ya que se entregaba al trabajo con absoluta dedicación, sin medir esfuerzos, respondió: «Cuando usted saca del agua al más fuerte de los peces, se muere irremediablemente», agregando: “Esto es para mí el mar, y yo soy fuerte en él aunque sea débil en todo lo demás».
También el Parque Rodó y el Museo de Artes Plásticas, ambos de Montevideo, tienen el privilegio de contar con obras de este gran artista, algunas de las cuales están en museos de otras partes del mundo, como el Malba de Buenos Aires (Argentina).

La Nueva Figuración

La llamada Nueva Figuración transitaría con el tiempo por carriles muy diversos; en cuanto al arte geométrico, o generativo en la Argentina, seguiría tributario de las formas puras.
Empero, la obra pictórica de Torres García quedaría para importantes críticos como el mayor original esfuerzo hecho en América y acaso en el mundo para conciliar a la geometría con la naturaleza.
En su otra Universalismo constructivo, publicada por Torres García (Buenos Aires, Editorial Poseidón, 1941), sostuvo:

«He dicho Escuela del Sur; porque en realidad, nuestro norte es el Sur. No debe haber norte, para nosotros, sino por oposición a nuestro Sur. Por eso ahora ponemos el mapa al revés, y entonces ya tenemos justa idea de nuestra posición, y no como quieren en el resto del mundo. La punta de América, desde ahora, prolongándose, señala insistentemente el Sur, nuestro norte.”

En 1936 publica la revista Círculo y Cuadrado que es la segunda etapa de la francesa Cercle et Carré fundada en París para el movimiento contructivista.
El pequeño periódico Removedor, fundado por él en 1944, fue un modesto vehículo para la difusión de ideas que, aunque no del todo comprendidas, fueron finalmente ampliamente aceptadas, toleradas y hasta ensalzadas.
El más antiguo manifiesto del constructivismo que existe fue Dessins, escrito por Torres García hacia 1930 y que fuera editado en facsímil para el centenario del pintor, por el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, con un estudio del escritor Guido Castillo (1922-2010).
Este autor, perteneciente a la llamada Generación del ’45 (por 1945) en Uruguay, dirigió Removedor, órgano oficial del Taller Torres García, desde enero de 1945 hasta agosto de 1953, cuando dejó de publicarse.
Castillo se refiere con estas palabras al gran pintor:

«Entre nosotros -jamás en su presencia- lo llamábamos ‘El Viejo’ y parecía, realmente, que estaba envuelto por un aire milenario, que lo cubría como un antiguo manto transparente y sagrado. Su ancianidad, poderosa y triunfante, no dependía tanto de sus años como de una sabiduría inmemorial que había bebida en una fuente secreta, sólo por él conocida. De acuerdo con el mito que Platón expone en el Fedro, sobre la reencarnación y transmigración de las almas, se podría decir que la suya, después de un largo peregrinaje a través de diversos seres, cada vez más perfectos, había llegado al grado supremo de la metempsicosis, o sea a la posesión de toda la ciencia y de toda la pureza necesarias para poder retornar a la región supraceleste de las ideas eternas. Por eso, las afirmaciones más nuevas, audaces y revolucionarias salían de su boca con la pátina de verdades establecidas desde el principio de los tiempos. Lo mismo sucede, por supuesto, con su obra pictórica, la cual se distingue, entre las grandes creaciones de nuestro siglo, por ser en la que más se evidencia una antigüedad esencial, que es la raíz viva de su modernidad arrolladora. La relación de Torres-García con el pasado es tan original y renovadora coma su visión del presente, e inseparable de ella. Nadie como él ha sabido encontrar el ángulo estético donde las piedras de una catedral románica coinciden con los hierros de una locomotora».

Estas palabras representan la majestuosidad de la persona a la que se refieren y su comunión de vida con el arte. Un orgullo para la pintura y para la República Oriental del Uruguay, que lo cuenta entre sus hijos más dilectos. El 8 de agosto de 1949 parte para siempre, dejándonos su obra y su testimonio, que perduran por siempre.Alberto Auné

Bibliografía

Jardí, Enric: Torres García. Editorial Poligrama, Barcelona, 1987.

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